El fenómeno del exceso de peso que termina casi siempre en obesidad es la causa fundamental de toda clase dolencias que se hacen crónicas y le complican la vida y hasta conducen a la muerte a quienes viven bajo una gruesa capa de grasa. Las cifras son alarmantes: ya para 2016 unos 650 millones de adultos en el mundo eran obesos y los del exceso de peso triplicaban esa cifra. ¿Qué nos ha pasado a los humanos que nos hemos dedicado a cebarnos?

Creo que la miseria que viven millones de personas en el mundo y les obliga a llenarse con azúcares, grasas y lo que pueden, es una causa clave, como también lo son los cambios culturales que conducen al sedentarismo a los niños (la pantallita del móvil, los video juegos y el aprendizaje en tabletas), que también estanca y convierte en zombies a los adolescentes y en chismosos y descuidados a los adultos. Ese encerramiento en el mundo virtual que, para más INRI, suele acompañarse de comida chatarra y cantidades ingentes de bebidas azucaradas con y sin gas, por su facilidad de consecución, manipulación e ingesta, ha acabado con las familias en occidente. La vida familiar incluía antaño, juegos de mesa, práctica de deportes en conjunto, disfrute de la naturaleza y mucha comunicación. Eso ya casi no existe: cada quien está zampado en su pantalla y su mundo.

Pero el tema de hoy es la obesidad, porque las cifras que publicó EL HERALDO apenas hace 15 días son aterradoras: en el Caribe tenemos un promedio de 55.6 por ciento de adultos con exceso de peso en los siete departamentos y solo en Barranquilla, el 37 por ciento lo sufre y el 23 por ciento de las personas entre 18 y 64 años aguanta obesidad. El cambio de hábitos alimenticios nos está matando y no ha habido forma de que algún gobierno desde 2003, legisle con severidad sobre las bebidas azucaradas que se han convertido en el acompañamiento de las comidas y fundamentales en las meriendas infantiles para que pasen los pelaos la bolsita de frituras industriales. Rica, rápida y letal: ese es el mejor eslogan para esa combinación.

Y el exceso de peso está en todos los niveles socioeconómicos, basta observar las fotografías en las redes y los periódicos sobre reuniones, ágapes y bembés sociales tanto como en partidos de cualquier deporte: abunda la grasa, los rolletes o conejos mal disimulados bajo trajes sueltos o muy marcados con las camisetas deportivas. Si se trata de la política, ¡agua, Dios, misericordia! Me atrevo a decir que la mayoría de los miembros de las corporaciones públicas (hombres, por cierto) exhiben vulgares panzas, se les ve la hebilla enterrada en la ingle y tienen el perfil de don Abundio, adornado por cuellos de pavo si han intentado adelgazar o con colgajos de grasa en la papada de lo más desagradables. Se perdió todo sentido de la salud y la estética.

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