Me resulta aterrador ver el proceso rápido e imparable con el cual están acabando con la infancia y adolescencia en el mundo mediático en que vivimos gracias a lo que antiguamente llamaban “madurar viche”, en especial, a las niñas. Sin embargo, también los varones están sometidos al mismo proceso de estrés emocional puesto que las compañeras de colegio, las amigas o noviecitas menores de 15 años les exigen respuesta adecuada a su actitud de mujeres jóvenes.

Da pena, por ejemplo, ver a niñas de solo 11 años maquilladas estrafalariamente, vestidas de forma provocativa y en poses de evidente corte sensual en los anuncios de casi todas las revistas de moda, de deportes, catálogos de venta por internet y hasta de maquinaria. Así se convierten en íconos para las chiquitas que atienden primaria y si le sumamos la tendencia bastante generalizada en las mamás jóvenes de vestir a sus hijas igual a ellas ya podemos cerrar el círculo de sexualización temprana, absurda y muy perjudicial para la emocionalidad y el comportamiento de ellas cuando alcanzan los 16 años y en adelante.

Una de las más duras consecuencias de esa vivencia temprana del sexo, equiparable a la que produce el abuso en el marco familiar, es que ellas no saben relacionarse con los hombres como personas con valores y en pie de igualdad en capacidades, habilidades y posibilidades intelectuales. No, por el contrario, apelarán al expediente de la seducción, al roce del cuerpo, la oferta de sexo sin compromiso y sin amor, para ser aceptadas, para poder encajar en el grupo, para pertenecer.

Para acabar de completar el círculo de sexualización, que suele terminar en depresión, autoflagelación y tal vez suicidio cuando no obtienen el éxito deseado, la música que están escuchando exacerba el sometimiento a los deseos del otro y afirma el derecho masculino a disfrutar de la mujer-objeto. De verdad, poco ha cambiado la situación de las mujeres en este mundo: solo que comienzan en la niñez a lidiar con el sexo y con ello pierden toda posibilidad de desarrollo de una personalidad fuerte y equilibrada. Aunque no me crean, siguen teniendo el sueño de encontrar un marido que las mantenga y les proporciones una vida llena de confort y una billetera repleta.

Como prueba de mi afirmación, fíjense en la edad de la mayoría de las mujeres que a diario aparecen en la crónica de sangre: adolescentes empaladas, niñas desolladas, menores torturadas, estranguladas, masacradas. Casi siempre interactuaban con hombre hechos, mayores de 30 años, que no son la compañía adecuada para menores pero que llevan la pedofilia a flor de piel, como lo certifica la historia. Sí, no es nada nuevo, pero el horror viene de la desprotección en que crecen las niñas del siglo XXI, todas con el celular como tutor y admirando la desparramada y vulgar sexualidad en vestuarios, bailes, letras y videos de sus ídolos musicales.

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