Pensaba seguir escribiendo sobre la movilidad en Barranquilla y añadir el horror que es circular en Puerto Colombia, cuyas estrechas calles sin andenes también son estacionamiento; sin dejar de lado la nueva entrada del Country Club por la calle 77 –que aunque la vistan de seda, mona se queda–, porque ese sector de Villa Country perderá lo que lo hizo valioso: el silencio paradisíaco y la tranquilidad de día y noche. En fin, escribir sobre los asuntos ciudadanos que deben interesarnos a todos. Pero dos razones me hacen desistir: la primera, que solo tres caballeros respondieron a mi solicitud de opiniones sobre el día sin carro para particulares y el bombazo del regreso a las armas de cuatro directivos del partido Farc, el hecho más lamentable de nuestras historia reciente solo comparable a la solicitud del senador Uribe de retirar de la Constitución el Acuerdo de paz alcanzado en La Habana entre el Estado y la guerrilla Farc.
No cabe en mi cabeza ninguna de las dos propuestas bélicas, porque como muchísimos colombianos estoy convencida de que la paz, con justicia y reparación a las víctimas, solo la lograremos mientras continuemos dentro del marco de la Carta Magna, sin la cual sería imposible alcanzar la concordia, la inclusión y el perdón que nos son tan necesarios para fundamentar la construcción del nuevo país soñado, donde como dijo Ortega y Gasset, “ser de izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: porque ambas, en efecto, son formas de la hemiplejia moral”.
El regreso a las armas de los cuatro directivos del partido Farc, avergüenza a su presidente, Rodrigo Londoño (antes Timochenko), y a los más de doce mil guerrilleros que entregaron las armas y están dándose la pela hoy, como campesinos, para sacar adelante el proyecto de la paz en las comunidades creadas para que pudiesen desarrollar actividades legales y productivas. Es verdad que la implementación de los programas por parte del gobierno Duque no ha sido eficiente ni rápida, pero el aval del Estado los ha mantenido aguantando carencias y también enterrando a compañeros que han ido cayendo a manos de quienes prefieren la guerra, en una permanente provocación con la finalidad de llevarlos de nuevo a las armas.
La segunda Marquetalia, como la proclaman los cuatro disidentes del partido de las Farc, parece ser producto de deudas personales con la justicia por actividades ilegales posteriores a su reinserción, según lo señalan ONGs que actúan como garantes del cumplimiento de lo pactado por ambas partes. Por eso desentona el senador Uribe al pegarse de actos individuales para pedir el hundimiento de los acuerdos que una mayoría aplastante está cumpliendo, que no otra cosa sería el retirarlos de la Constitución.
Mea culpa: en el artículo pasado se me encogió la piel de zapa y confundí a Balzac con Rousseau.
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