El hundimiento de la reforma de salud propuesta por el gobierno de Gustavo Petro en Colombia marca un hito crítico en el panorama político y sanitario del país.
Gran parte del hundimiento se debe al estilo caudillista del presidente, su escasa disposición para llegar a consensos, la ausencia de un claro aval fiscal, la negación de los avances en el sistema, sumado a bajos márgenes de ejecución en otros frentes que ponen en tela de juicio los principios fundamentales de la reforma propuesta, esta decisión tiene profundas implicaciones para todos los actores involucrados en el sistema de salud colombiano.
Desde el inicio, las declaraciones del presidente sobre su capacidad para encarnar la voluntad del pueblo y evitar el paso por el Congreso subrayan un peligroso precedente para la democracia. La concentración excesiva de poder en una sola figura puede erosionar los pilares fundamentales de la gobernanza democrática y abrir la puerta a prácticas autoritarias.
Los datos proporcionados por el gobierno sobre la percepción de los usuarios del sistema de salud muestran un panorama mixto. Si bien una gran mayoría reporta una experiencia positiva en términos de acceso y calidad de la atención, la realidad es mucho más compleja.
El sistema de salud parte por reconocerse imperfecto, pero gran parte de las propuestas presentadas en la reforma caída no abordaban de forma concreta los problemas sistémicos como la corrupción, la inequidad en el acceso y la falta de sostenibilidad financiera, en medio de la situación, la incertidumbre permanece para los pacientes, los trabajadores de salud quedan en vilo con distracciones políticas y administrativas sobre su situación, y los privados sufren con una anunciada “transición a golpes” que ya inicio con la intervención de dos EPS.
Las palabras del presidente demuestran una radicalización de su discurso planteando preocupaciones adicionales sobre el futuro del sistema de salud en Colombia. Esta retórica incendiaria podría ser interpretada como una estrategia para desestabilizar el sistema y justificar intervenciones más drásticas en el futuro.
En resumen, el hundimiento de la reforma de salud en Colombia deja al país en un estado de vacilación y vulnerabilidad. Es fundamental que las autoridades reconsideren su enfoque, busquen trabajar en colaboración y escuchar asertivamente a todos los actores involucrados para garantizar un sistema de salud equitativo, eficiente y sostenible para todos los colombianos.