Ley y Orden. Hoy estas dos palabras pasan por las vías de la virtualidad. Especialmente en la rama legislativa del poder público colombiano. No solo en nuestro país se ha abierto el debate, en el mundo entero, los congresos y parlamentos (que no son lo mismo, pero eso es otra columna) se han enfrentado a la obligación de sesionar sin presencialidad debido a la pandemia del COVID- 19. En nuestro caso particular, en el que el cuerpo colegiado bicameral es elegido a través del voto ciudadano, ¿cómo pueden los legisladores cumplirles a sus electores con su principal función si no pueden hacerlo a distancia?

En el terreno académico hay un término ampliamente estudiado denominado fetichismo normativo. Y es esa necesidad de darle una solución legislativa a la gran mayoría de problemas (o mejor dicho, a todos). En Colombia, padecemos de esto, por lo que en primera instancia el gran inconveniente fue que no había una ley que reglamentara que los senadores y representantes a la cámara pudieran hacerlo en línea, a través de internet. En eso se demoró el país varios días, discutiendo de manera polarizada, como nos encanta, si era factible o no.

Sin embargo, y a pesar de la posición de los sectores más ortodoxos, el inicio del año legislativo se dio de manera online privilegiando el sentido común. Pero, a su vez, quedó en evidencia el comportamiento desordenado de varios miembros de la corporación. Esto no es ni siquiera una crítica formal, al contrario, supongo que tomará meses de práctica para que los senadores y representantes aprendan a manejar las plataformas e igualmente comprender el código de conducta que exige una situación así.

Con la virtualidad, así como ha sucedido en el teletrabajo y la educación híbrida, les llegan nuevos retos a los congresistas. El central es que los ciudadanos tendremos acceso a observarlos en tiempo real, y eso si bien es excelente para la transparencia, es un factor que de manera implacable les obliga a mejorar sus formas comunicativas de manera endógena y exógena en la institución.

Realmente importante es que puede llegar a ser esta la mejor oportunidad para que el Congreso de la República deje de ocupar el lugar más bajo como institución, en la percepción en materia de favorabilidad por parte de los colombianos de a pie. Siempre se rajan, la gente no los respeta, aunque los legitime a través de su voto cada 4 años; algo que parece atípico pero que es una constante en América Latina. Puede ser este no solo el momento de la virtualidad, sino de la transparencia.

@KathyDiartt recomienda: si te interesa este tema, de cómo las instituciones tradicionales pueden modernizar su burocracia en favor del ciudadano, el libro para ti es “Breaking through bureaucracy”, de Michael Barzelay, padre de la nueva gestión pública.

@KathyDiartt