El fascista es comúnmente un varón que dice amar a su patria, a su raza, y a su bandera con profunda pasión. Su corazón está desbordado de sentimientos puros de pulcritud, de orden y de amor por la jerarquía que los desvela.
Esta conducta, que parece admirable, es donde radica su peligrosidad porque su idealismo lo vuelve intolerante y generalmente termina adorando a un líder histriónico y autoritario que, con su discurso duro y su lenguaje agresivo, especialmente dirigido contra un enemigo, llega a los corazones simples de la gente.
En los tiempos que vivimos de expansión del capitalismo y el consumismo, la indignación crece cada día más, sumada a la concepción liberal de una ética centrada en derechos que a muchos les parece una ruptura con el orden natural de las cosas. Estas personas sienten que es necesario recuperar el orden social, por eso propugnan por un gobierno de mano dura que reprima cuanto sea necesario toda impureza, anarquía o desenfreno.
Estimado lector, al nacer no tuviste oportunidad de escoger el color de tu piel, tu sexo, la capacidad económica de tus padres, tu apellido, tu nacionalidad y todo aquello que traemos cuando nacemos cargando en nuestra mochila a pesar de nosotros mismos. Por eso, uno de los valores más preciados de la democracia es que todos nacemos iguales y que tu identidad no será reconocida por el color de tu piel, sino por lo que tú logras por mérito, por aquello que has adquirido. Sin embargo, dentro del idealismo fascista se puede asumir una supremacía moral como la "raza aria" en los inicios del fascismo en Alemania.
Los hombres mueren, pero las ideas quedan y el fascismo vuelve a tener una gran cantidad de seguidores, como se ha visto en las últimas elecciones en Europa. Pero también en América Latina estamos viviendo un proceso de polarización política que cada día alcanza mayor intensidad. Somos la región políticamente más polarizada del planeta y muchas personas están desconfiando de la democracia, anhelando un régimen autocrático que con mano dura restablezca el orden público.
Esta insatisfacción con la democracia y la frustración de la sociedad con las instituciones ha hecho que hoy solo el 43% de los latinoamericanos prefiera la democracia y eso implica un riesgo, porque cualquier líder neofascista que ofrezca un gobierno de mano dura, acabar con la corrupción, eliminar la criminalidad y limitar la migración puede ser un canto de sirenas que muchos escuchen y apoyen.
La historia nos ha enseñado que el fascismo va buscando nuevos enemigos y siempre tiene una justificación ética o heroica que convierte lo reprochable en honorable. Según el psicólogo Bandura, la historia humana de los que han cometido atrocidades en nombre del orden y la paz siempre apela a una justificación moral. Ojalá reconozcamos que, con todos sus defectos, la democracia es la más llevadera forma de convivencia humana.