Hace poco me pidieron que contestara una encuesta. Después de poner mi nombre, la segunda pregunta era sobre mi sexualidad. Antes era común en estos instrumentos responder: hombre o mujer. Esta encuesta tenía doce tipos de identidad de género, y me tocó volver a estudiar para ver qué significaba cada una de ellas.

Dentro de mis estudios para resolver esta pregunta me encontré con el libro del premio Nobel, Eric R. Kandel, La nueva biología de la mente. Nos dice el autor que tradicionalmente la identidad de género se ajusta a nuestro sexo anatómico, a los genitales y al aparato reproductor; sin embargo, a veces se tiene un cuerpo masculino pero se siente como una niña o mujer; o se tiene un cuerpo femenino pero se siente como un hombre.

Para Kandel la idea de ser hombre, mujer o ninguna de las dos cosas, o ambas, nada tiene que ver con el orden moral, sino más bien la explicación nos la puede dar la biología.

Él nos explica en detalle sobre las personas cuya identidad de género no coincide con su sexo anatómico; es decir, las personas transgénero. La sensación de estar en un cuerpo que no es el suyo comienza en la infancia y se intensifica en la adolescencia. La tensión entre el aspecto exterior y las expectativas sociales en relación a su conducta es confrontada con los sentimientos íntimos originando en las personas confusión y sufrimiento. A menudo deben padecer la injusta discriminación y la agresión física.

La identidad de género no es lo mismo que la orientación sexual, que es otro tema ligado a la biología pero lo limitado de espacio no me permiten ampliar el tema.

Sabemos que el sexo se describe en base a tres diferencias biológicas: en primer lugar el sexo anatómico, que es evidente, especialmente en los hombres por los genitales externos y el vello corporal. El sexo gonadal, que se aplica a la presencia de testículos u ovarios, y el sexo cromosómico, que hace referencia a la distribución de los cromosomas sexuales.

Aunque nuestro cerebro es bisexual, las diferencias físicas entre el cerebro de un hombre y el de una mujer implica que algunos circuitos sensoriales son diferentes y que hacen que algunas personas transgénero sientan que viven en un cuerpo ajeno.

Para ser más preciso, la identidad de género y la orientación sexual se programan en las estructuras cerebrales cuando aún estamos en el útero materno. En los primeros dos meses la diferenciación anatómica y en la segunda mitad aparece la diferenciación sexual en el cerebro que son procesos diferentes, lo que daría origen al transgénero y muy probablemente al tipo de atracción sexual.

Sería importante que nuestra cultura fuera más permeable a las evidencias científicas que a antiguos órdenes morales que la ciencia está demostrando que están equivocados. Lo que somos sexualmente se definió en el útero de nuestra madre y, –por mucho peso que tenga la cultura–, en este caso la biología manda.