Cuando observamos el devenir de nuestra sociedad, podríamos preguntarnos: ¿cómo todavía sobrevivimos? Los medios tradicionales, las redes sociales, las conversaciones cara a cara muestran un panorama pesimista, cargado de incertidumbre. Sin embargo, hay una actividad silenciosa que representa el valor más preciado de nuestra vida, y la que nos ha permitido sobrevivir como sociedad, que hoy denominamos cuidado.
Dicen los antropólogos que los seres humanos tenemos un nacimiento prematuro y necesitamos que alguien nos cuide por un largo periodo. Es el trabajo más arduo que no tiene remuneración y que implica preocupación, interés, amor y dedicación.
El cuidado no es solo una cuestión material, es una actitud que implica estar atento a las necesidades de los demás, porque no solo se trata de cuidar a los niños en el matrimonio: las parejas funcionales se cuidan mutuamente. Además, hay tantas personas con necesidades especiales cuyo cuidado es una verdadera vocación; y al final de la vida muchos adultos mayores también requieren cuidado para sobrevivir.
Desgraciadamente, nuestra cultura invisibiliza la importancia de la labor del cuidado, y tradicionalmente es una tarea asignada a la mujer, que por cuidar a sus hijos ve afectada la trayectoria de su vida, dejando de lado otras tareas remuneradas, con el consecuente empobrecimiento económico que eso implica.
No hay sistema social y económico que sobreviva si no existiera este sistema invisible de miles de mujeres dedicadas al cuidado de quienes lo necesitan.
Esta semana terminamos en Uninorte un programa dirigido a mil familias de cuatro municipios del sur del Atlántico, para contribuir de la mejor manera al cuidado de sus niños, haciendo énfasis en hábitos de vida saludable. Las madres participaban masivamente con un inmenso interés, pero en los siete meses del programa nunca vimos a un padre asistiendo para ser mejor cuidador.
Los movimientos feministas, con toda la razón, reclaman que la responsabilidad del cuidado debe ser compartida entre mujeres, hombres, comunidades e instituciones del Estado. No es que las mujeres se nieguen a cuidar, ellas alegan que el cuidado no les impidea tener un trabajo remunerado y una vida social. El ideal es reconocer que todos alguna vez cuidaremos a alguien y que también vamos a depender de alguien. Especialmente al comienzo y al final de nuestra vida.
No es la competitividad lo que nos ha hecho mejores personas y ha permitido una mejor sociedad. Han sido los valores del cuidado lo que nos ha permitido sobrevivir y dignificar nuestra existencia.