Un futbolista chileno de regular trayectoria se quedó sin equipo que lo contratará, y se le ocurrió poner su hoja de vida en redes sociales. Antes de tres días tenía ofertas de varios clubes deportivos de distintos países.

Si quiere entender qué es la globalización, observe cómo funciona el deporte en el mundo. Inicialmente podríamos decir que la actividad deportiva es muy local: el equipo de fútbol con los amigos, el gimnasio del barrio, la rivalidad entre equipos de colegios, etc. Sin embargo, eso que se inicia con golpear un balón se ha vuelto un fenómeno de dimensiones mundiales.

El deporte se ha convertido en un complejo de finanzas globales, donde deportistas exitosos se han transformado en superestrellas que ganan millones de dólares, y mediante ellos se monta un espectáculo mundial que se ha tornado en un inmenso negocio internacional.

El deporte hoy es un objeto de consumo con agresivas técnicas de mercadeo donde no solo se negocia el espectáculo: empresas internacionales venden réplicas de las camisetas de los equipos, el calzado deportivo, los logos de publicidad de las empresas en los uniformes de los equipos, las tiendas de cadena de artículos deportivos y las zapatillas de las grandes marcas han desplazado ya los tradicionales zapatos en la vestimenta cotidiana.

Otro aspecto de la globalización del deporte es el tema de las competencias deportivas internacionales. Las ciudades compiten entre ellas para celebrar eventos deportivos internacionales no solo por el espíritu deportivo, sino por la manera como se puede mejorar la infraestructura de su ciudad, y por los grandes beneficios económicos que genera el turismo deportivo. Barranquilla es un buen ejemplo de esto.

Hoy los superhéroes de la infancia no son Supermán ni Batman, sino deportistas de carne y hueso, como Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, Neymar, Serena Williams, Michael Jordan, admirados por millones de niños y jóvenes que sueñan ser como ellos. Además, los ingresos de las superestrellas son insuperables. Un ejemplo local: Juanfer Quintero estuvo seis meses en el Júnior devengando mensualmente veinte veces más que el alcalde de la ciudad, y solo jugó cinco partidos.

Aunque son pocos los que llegan a la cima, jamás un excelente médico o cualquier otro profesional tendrían el éxito económico, el prestigio y la admiración de un deportista estelar.

Quiero contarles que tengo un nieto de doce años que se llama Salim; es buen alumno, pero juega futbol todo el día. Lo miro con simpatía, porque si sigue con esa pasión puede ser él quien saque a nuestra familia de la pobreza.