¿Qué tienen en común nuestra vicepresidenta y el extraordinario futbolista del Real Madrid? La respuesta puede ser que tienen una historia compartida, que nace en el siglo XVI, cuando millones de personas libres del continente africano fueron esclavizadas, vendidas como mercancía, despojadas de su identidad, de sus creencias y de su tierra. La historia de la esclavitud no es sólo conocer los límites del sufrimiento humano, sino también darse cuenta que la maldad de los hombres no conoce límites.

Los millones de africanos que llegaron al continente –en una diáspora forzada– de alguna manera hoy siguen siendo discriminados. Cuando algunos logran crecer en la adversidad, muchos no pueden soportarlo. Y los agreden y humillan.

Los estudios sobre el prejuicio muestran que es una enfermedad del odio, que puede escalar de pensar mal de una persona o grupo a evitar su contacto; y de allí a otras formas más intensas como la segregación, donde se prohíbe a un grupo vivir en el mismo barrio, o ir a la misma escuela, o usar el mismo baño. Puede incluso llegar a formas más agresivas, como los ataques físicos cargados de alta tensión, pudiendo llegar hasta el exterminio, como ocurrió en el genocidio hitleriano.

No solo los africanos son víctimas del prejuicio. Allport nos mostraba cómo los polacos acostumbraban llamar “reptiles” a los ucranianos, para expresar su desprecio porque los consideraban desagradables y traicioneros. Los alemanes llamaban a los polacos “el ganado” y estos decían de los alemanes “los cerdos prusianos” por su rusticidad.

Desafortunadamente, la situación actual del mundo favorece la generación de prejuicios. Cuando percibes tu sociedad como un lugar lleno de riesgos, rodeado de hombres malos y peligrosos, hay mayor tendencia a sentirse amenazado, y observar al diferente como un riesgo.

Estos días he revisado la tesis doctoral de Jesús Banquez, que estudió la legitimación de la violencia en las comunidades con población negra, Libertad y Rincón del Mar, en San Onofre, Sucre. Es impresionante la descripción que él hace de las acciones de los grupos sediciosos contra esa población afrodescendiente; las torturas, el terror, los abusos al cuerpo de las mujeres, los asesinatos que hacen pensar que para muchos de ellos su situación de vida sigue siendo una pesadilla sin fin.

Se podrá tener diferencias políticas con Francia Márquez, pero la vicepresidenta es un admirable ejemplo de superación en la adversidad. Y tú, Vinicius Júnior, sigue maravillando al mundo con tu asombroso fútbol: esa es la mejor respuesta a tantos enfermos de odio.