La palabra ‘progreso’ deriva del latín “caminar hacia delante”. Su significado general es de movimiento a su más alto nivel de desarrollo, complejidad o plenitud. Según los historiadores, esta manera lineal de ver el progreso siempre hacia delante tiene su origen en el judaísmo y su creencia de que los seres humanos pueden cambiar su vida de manera medible en dirección del bien.

Esta forma de ver el progreso difiere con otras culturas, como los chinos e hindúes, que consideraban que el transcurso de la vida era cíclico: periodos buenos y otros malos.

¿Estamos mejor que antes? Si uno se guía por los datos de los medios de comunicación y las redes sociales de acuerdo a la perspectiva cíclica, estaríamos en el más oscuro invierno: virus, atracos, homicidios, drogas, alcohol, prostitución, tráfico de personas, corrupción, fútbol, Epa Colombia, locuras, neurosis, suicidios, inundaciones, desastres climáticos, descontento, rabia, huelgas, desempleo, violencia pública.

A diferencia de la información recogida por los medios, nuestros gobernantes elaboran un mundo esquizofrénico donde alucinan percibiendo un país hermoso, ciudades maravillosas, y se reparten reconocimientos y medallas entre ellos. Mientras los otros, es decir, la mayoría, piensan que no podríamos estar peor.

En tanto los profetas nos anuncian que vienen crisis económicas, catástrofes climáticas, aumento de los comportamientos ilegales, protestas sociales y la violencia política, personalmente no comparto esta visión tan desastrosa que nos presentan cotidianamente los medios.

Los ríos, como el Magdalena, tienen dos riberas; los medios de comunicación y las redes sociales se esfuerzan por ver el lado oscuro de la vida, pero si miramos la otra ribera del río, veremos que la mayoría de la gente construye hogares, tiene un trabajo, hacen el amor, cuidan niños, escuchan música, estudian, se divierten en fiestas y juegos, es decir, tienen una vida decente. Los torcidos son una minoría que nos agobia y aunque la vida no es fácil ni siempre justa, hay que tener esperanza “que al final todo sale bien”.

Como dice Fukuyama, cuando uno escribe sobre una visión optimista de la vida, la gente lo considera un ingenuo o un tonto; en cambio cuando escribimos solo el lado oscuro de la naturaleza humana, al escrito se le asigna un aura de seriedad y profundidad. Creo que no debemos dejarnos arrastrar por esta depresión colectiva que nos generó el covid-19 con la destrucción de vidas, de la economía, de las relaciones sociales. Ya vendrá un ciclo bueno.

Para responder a la pregunta del título de esta columna —¿ha progresado Barranquilla?—, cada época tiene sus desafíos, éxitos e incertidumbres. Con el objeto de comparar, tomemos como único indicador los servicios públicos. Cuando llegué a la ciudad a mediados de los años setenta, recuerdo que los dos primeros años me bañé con balde y totuma porque no salía agua de la pluma. Ahora mi incertidumbre es otra. Leí hace tiempo que el mayor gasto de electricidad es cuando uno prende los electrodomésticos. Viendo el valor de la factura de gastos de luz mi duda es si me alcanzará el dinero para prender el bombillo.