Presentar un proyecto de ley ante el Congreso para que sea posible reversar decisiones de la Corte Constitucional por la vía del referendo es un disparate que no resistirá ni siquiera la primera discusión en la comisión correspondiente.
Pero, lo importante de esta aterradora iniciativa es el fondo que la sustenta y no su viabilidad: el uribismo sigue intentando por todos los medios, incluyendo los que implican tirar anzuelos para ver si de pronto hay suerte, reemplazar el Estado de derecho por lo que ellos llaman alegremente “el Estado de opinión”, que no es otra cosa que el establecimiento de una dictadura de la mayoría, con el agravante de que en Colombia la mayoría es una masa de gente mal educada, fácilmente manipulable, con una casi inexistente cultura política y una capacidad muy precaria de asumir la responsabilidad civil de ejercer la democracia.

La fe a toda prueba del partido político en el poder se basa, precisamente, en la posibilidad aún cierta de convencer de cualquier cosa a los millones de almas que comparten, más con las tripas que con la razón, todas sus propuestas, por muy descabelladas que sean.

La Corte Constitucional, que es el organismo más importante de nuestro sistema democrático -por cuanto es el encargado de garantizar que las decisiones legislativas y gubernamentales no se aparten del espíritu del pacto social fundamental, y de proteger los derechos de las minorías-, ha tomado decisiones que afectan los intereses de quienes quieren disolver sus competencias: declarar exequible la ley estatutaria de la JEP, blindar jurídicamente el Acuerdo de Paz con las Farc, permitir la adopción a parejas del mismo sexo y evitar la reelección, son algunas de las medidas que van en contravía del ideario uribista que los proponentes de este proyecto quisieran derogar sacando a sus seguidores a votar masivamente en un utópico referendo.

No hay que sorprenderse si el proyecto diseñado por el representante a la Cámara Álvaro Hernán Prada no prospera -como está previsto-, pero tampoco si los alfiles de la derecha siguen buscando la manera de torcerle el pescuezo a las instituciones, a través de las más variadas e imaginativas estrategias; esa es una sus misiones más importantes y en ella persistirán indefinidamente; a lo mejor, creen ellos, algún anzuelo será picado en el río revuelto de nuestra realidad.

Queda, como es lógico, seguir defendiendo, desde los lugares aún no contaminados por la fiebre del “Estado de opinión” -una gran parte de la Academia, algunas organizaciones de la sociedad civil, los medios de comunicación responsables-, la institucionalidad, la independencia de los poderes, la majestad de la justicia, el amparo de los derechos de las minorías. No de otra manera será posible contrarrestar los embates que de vez en cuando se avizoran como graves amenazas a nuestro frágil equilibrio político y social.

Porque ellos, los amigos de derogar las decisiones de los altos tribunales que no los benefician, seguirán intentándolo, una y otra vez, aunque en ello se les vaya la vida.

@desdeelfrio