Después de algunas salidas que generaron más ambigüedad que certezas, el gobierno colombiano tuvo que decretar la cuarentena nacional. No estamos en una situación normal. Y por supuesto, demanda comportamientos extraordinarios para hacerle frente: no salir de casa, racionalizar, reflexionar, abastecerse de alimentos sin acaparar, lavarse las manos compulsivamente, establecer rutinas durante el encierro para no deteriorar la salud tanto física como mental, ser solidarios, creativos, tener paciencia… las crisis, las epidemias, las pandemias nos obligan a reinventarnos. Reinventarse, esa es la palabra.

Pero algo tiene que quedar bien claro: en una situación de crisis, la responsabilidad para superarla no tiene que sustentarse únicamente en los sacrificios de la ciudadanía. Esta debe asumir lo que le corresponde, pero la administración pública y la economía también tienen que reinventarse. Vamos a decir una cosa básica: en el Caribe colombiano es común que los servicios públicos se suspendan por largas jornadas en algunos barrios pobres, pero sabemos que existen otros que nunca se ven afectados por eso. Por supuesto que lo ideal sería que ni el agua ni la luz se suspendieran temporalmente en ningún barrio. Eso sería el estado ideal. Pero nunca hemos tenido una buena cobertura de los servicios en tiempos de normalidad, de modo que ahora, con la gente las 24 horas en casa, la cosa será mucho más grave. Dadas estas circunstancias las autoridades municipales y departamentales deben ejercer una mayor supervisión y control sobre las empresas privadas que tienen esta responsabilidad para generar dinámicas de racionalización mucho más equitativas. No es justo que en plena pandemia, en pleno encierro ciudadano, algunos barrios en la región queden por muchas horas sin los servicios de energía eléctrica y agua por tanto tiempo mientras que otros continúan con estos como si todo estuviera en la normalidad.También, por la concentración de gente en casa y el aumento del consumo, la administración pública tiene que llegar a acuerdos de reducción de tarifas o medidas de subsidio.

Todo se tiene que reinventar. Y reinventarse no es sólo pedirle a la gente a través de los medios y las redes sociales que se quede en casa. No todos viven de empleos formales. En ciudades como Cartagena, para poner sólo un ejemplo, aproximadamente el 70% de la población vive de los empleos indirectos y de la economía informal. Viven al diario. No se pueden quedar en casa porque tienen que salir a rebuscarse, pero no pueden rebuscarse porque no hay clientes a quien ofrecerle productos y servicios. Algún pacto social debe crearse entre las autoridades y los gremios económicos para generar la ayuda humanitaria que sea necesaria. Por mucho miedo, por mucha pandemia, nadie está dispuesto a pasar hambre y en el peor de los casos ver morir a los familiares de hambre y quedarse con los brazos cruzados. Saldrán a la calle a conseguir lo que necesitan a cualquier costo. Y la solución, créanme, no es sólo mandar a la fuerza pública a las calles a reprimirlos y hacerlos cumplir la cuarentena. También en eso la nación y el mundo tienen que reinventarse.

javierortizcass@yahoo.com