Ya lo hizo para elegir a Trump y para imponer el brexit; también la vimos ganar con el No en el plebiscito de octubre del 2016. Hoy combate junto con los asesinos de candidatos y de líderes sociales para ganar en las elecciones de octubre. Se ha unido a los compradores de votos para hacer de las elecciones un engaño a ojos vistas.

Son hechos que demuestran una realidad innegable: la mentira es el arma favorita de los políticos, que se usa como si fuera inocente a pesar de los males que produce.

Que lo diga el periodista que le oyó decir al político al que acababa de hacerle una pregunta incómoda, que él había “pertenecido y era vocero de la Farc”. Las amenazas de muerte no tardaron en llegarle al reportero.

Esa acusación falsa de ser guerrillero es la favorita de los políticos. Uno de ellos calificó a su adversario como “sicario moral”, para agregar, luego, la acusación de ser “guerrillero disimulado”. El mismo político acusó a un tercero, sin prueba alguna, “de haber pertenecido antes al ELN.”

La puja política se ha vuelto, así, una despiadada pelea entre enemigos en donde todo vale, hasta la calumnia.

El cuidadoso e inteligente lenguaje de la diplomacia desapareció del discurso del canciller ante la OEA, cuando sin pruebas acusó al exguerrillero Rodrigo Granda de participación en reuniones clandestinas en Venezuela. El mundo periodístico se alarmó cuando oyó al excandidato presidencial decir que Odebrecht había sobornado a cinco periodistas; la acusación quedó como otro recurso efectista cuando se comprobó que los cinco no eran periodistas sino estrategas de comunicación que, de modo indirecto, habían tenido que ver con la corruptora empresa brasileña.

La tecnología digital utilizada por los políticos o sus asalariados ha sido además un poderoso instrumentos para difundir calumnias y mentiras como información política pagada.

Desde esas plataformas a usted lo pueden hacer ver como un pervertido sexual, o como guerrillero, o como terrorista, o como ladrón porque así lo determinó un contradictor político y ese mensaje en segundos se multiplicó aquí y en todas partes.

Hay una conexión entre mentira y violencia que está produciendo víctimas. Que lo digan los sobrevivientes de la familia de las 13 víctimas que dejó en Riofrío una operación de falsos positivos en octubre de 1993, presentados como bajas en combate; o los familiares de los 11 diputados a quienes las Farc explicaron su muerte como fuego amigo, primero, y después como infiltración militar.

Así en el Ejército, como en la guerrilla, o en las campañas políticas, o en la vida ordinaria, la mentira separa a las personas con muros de desconfianza, a todo y a todos los vuelve sospechosos y hace imposible la vida social.

Este uso de la mentira en la política no es un asunto banal. Sin verdad no hay justicia, se debilita la seguridad, desaparecen la armonía y el orden y, por tanto, la paz.

Ni la justicia, ni la seguridad, ni la armonía, ni la paz, ni la decencia se pueden esperar de políticos y candidatos que llevan la mentira a las urnas.

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@JaDaRestrepo