Carlos Bacca es un ejemplo de perseverancia, de superación, de éxito. El delantero de Puerto Colombia se le sublevó a la naturaleza que no fue generosa con él, que no lo distinguió con una gran virtud sobresaliente, como sí lo hizo con Valenciano y su remate, Falcao García y su cabezazo, Arnoldo Iguarán y su potencia, Asprilla y su habilidad, Teófilo y su inteligencia colectiva, con las cuales se destacaron y fueron muy admirados.

En Bacca la exigencia, el compromiso y su tozudez por llegar al gol estuvieron por encima de esa magnífica particularidad negada y le permitieron desarrollar una formidable carrera, que incluye ser el segundo mejor goleador colombiano en Europa, detrás de Falcao, y hoy como el segundo goleador en la historia del Junior, con los mismos 94 goles de Teófilo. Tal periplo profesional no admite ninguna discusión y merece todo el reconocimiento.

El actual Carlos Bacca sí que resiste peros. El de hoy, está claro que ha perdido vigor físico, velocidad y acertada ejecución técnica en muchos lances. Aún conserva su astucia para encontrarse con el gol, aunque con más oportunidades erradas en las que antes definía con más facilidad.

Si los potenciales reemplazos de Bacca, léase Rodríguez y Lencina, hubieran entregado un contundente rendimiento en juego y goles, seguramente ni siquiera el respeto y la consideración especial que merece un futbolista como Bacca hubiera sido impedimento para que el técnico lo relegara a la suplencia.

Así que, como eso no ha sucedido, el Junior necesitará, primero, mejorar colectivamente en su juego, y luego que Bacca esculque en su memoria goleadora y encuentre algunas de sus mejores definiciones y la forma de replicarlas. Antes, por supuesto, debe asegurar su paso al octogonal. Sería una torpeza subestimar al descendido Huila.