Croacia no asumió, como casi siempre había ocurrido durante el Mundial con los rivales de Brasil, el papel de sparring. Desactivó a Casemiro a través de la cercanía de Modric, fue más dinámico y continuo con la posesión del balón.
Sabedor de la habilidad y capacidad de desequilibrio de sus punteros, armó una suerte de emboscada con tres defensores impidiendo la mayor de las veces los desbordes de estos. Apenas Antony un par de veces lo logró.
Croacia exhibió la técnica colectiva que lo caracteriza, dominó el medio del campo, con un guía de fútbol enciclopédico como Modric, controló los tiempos del juego, aislando a Neymar. Sin embargo, no fue capaz de crear situaciones de gol.
Al frente, un Brasil sin un buen juego, pero con jugadas. Se vio cuatro veces cara a cara con el arquero Livanovic y este haciendo gala de reflejos y arrojo salió vencedor.
Sin un sincronizado y dinámico actuar colectivo, esperanzado en la inspiración que suele llegarles a sus delanteros, Brasil no tenía sobresaltos defensivos, pero no era avasallante.
Tuvieron que pasar 105 minutos para que en una maravillosa combinación de fútbol sala, de sensibilidad en espacio reducido Neymar, con la complicidad de Rodrigo y Paquetá, anotara el uno a cero.
Pero, aún a Brasil, lo visita el temor a perder y decidió inmediatamente del gol retroceder y defender el resultado protegiendo el arco. Renegó de sus mejores atributos que tienen que ver con su relación con el balón. Se lo cedió a una Croacia que hizo ingresar delanteros, que tuvo el coraje y el carácter de luchar hasta el final.
Empató Croacia sobre los minutos finales y extendió la emoción y el drama a los lanzamientos desde el punto penal. Una instancia que para ellos no es desconocida y que anímicamente representaba, tal vez, un logro y no así para Brasil que tenía la ‘obligación’ de alcanzar la victoria en el tiempo reglamentario.
Otra vez la figura excluyente del partido, el arquero Livanovic, atajó el primero, el de Rodrigo, para inspirar a sus compañeros y quedarse con el triunfo y el paso a la semifinal.
Otro mundial en el que Brasil, que siempre llega como firme candidato al título (esta vez con más fuerza) se queda en el camino.