A veces es bueno salir del país donde matan un líder social todos los días, donde pronto van a fumigar con glifosato, donde nos van a introducir el peligroso fracking y donde encarcelan o matan a los campesinos que reclaman tierras. No hay que ir muy lejos. Esta vez me fui al Perú, a ver las famosas líneas de Nasca. Perú es un país interesante, con un sistema judicial fuerte donde han encarcelado a todos los ex presidentes vinculados al escándalo Odebretch (Toledo está pedido en extradición), y donde el presidente Vizcarra cerró un Congreso corrupto, llamando a nuevas elecciones. Allá claramente no hay intocables ni la justicia es sólo para los de ruana.
Lima te espera con sus grandes avenidas, en especial la que bordea el Pacífico, la Avenida Costanera, la cual te deslumbra con su extensión, playas, canchas deportivas, parques, museos y ciclovías, que sirven de esparcimiento a la tremenda aglomeración urbana alrededor de esta ciudad con más de 9 millones de habitantes. De allí sigues dos horas al Sur a Paracas, donde existe un complejo turístico hermoso y puedes visitar las islas Ballestas, admirando las aves, lobos marinos y focas. Dos horas más al sur, llegas a la ciudad de ICA en medio de un oasis que te hace sentir como en el Sahara.
Al día siguiente se puede seguir a Nasca con cuatro horas de recorrido. Mi interés en ver estas líneas, obedece a un lejano deseo inspirado en la corriente del realismo fantástico que mi generación conoció en el libro de Louis Pawels y Jacques Bergier, El Retorno de los Brujos, publicado en los años 60s, que nos inició en la esperanza de encontrar nuevas dimensiones a la vida que la humanidad enfrentaba, en buscar misterios que nos ilusionaban frente a la coyuntura de cambios que mi generación enfrentó. En la vía entre Palpa y Nasca, encuentras el museo de María Reiche, una antropóloga y arqueóloga alemana que dedicó su vida a estas misteriosas líneas. Si te paras en el desierto de Nasca no puedes entender como hicieron las dos civilizaciones que por allí anduvieron hace mas de 1,500 años, para tallar en la roca y la arena estas maravillosas figuras, que uno sólo las puede apreciar volando en una avioneta. Hay triángulos perfectos, un compás, la figura del mono, la extraña figura del astronauta señalando al cielo, la figura del colibrí, la araña, la ballena, el loro, el árbol, las manos con un dedo faltante, el cóndor, en fin, figuras que parece orientar y señalar el mar, y los famosos acueductos circulares. No hay misterio dicen los arqueólogos modernos, pues las líneas se divisan desde montes vecinos muy altos. La duda queda, pues para que se tomaron tan tremendo trabajo para grabar figuras que ellos no podían ver de cerca. El Perú te fascina con sus huellas de civilizaciones antiguas, te saca bastante del eurocentrismo. Lo mismo experimenté en el 2015 cuando visité las ruinas arqueológicas del Cuzco y Machu Picchu.
El retorno a Lima te toma ocho horas por tierra, tres de ellas en excelente autopista de doble calzada, que desearíamos tenerla en el Caribe. Allí puedes visitar el Museo de la Memoria Histórica y la Reconciliación, para no olvidar el conflicto que cobró más de 90,000 vidas en los años 90s, donde hubo excesos y horrores de parte y parte. Aprendamos de ellos.