Desde la última Gran Recesión del 2008, los analistas económicos se preguntan cuándo vendrá la nueva recesión. Se sospecha de fuerzas telúricas detrás de la aparente calma, y el continuo crecimiento de la economía de Estados Unidos desde esa fecha, una onda expansiva ya demasiado larga.

Nadie puede decir que va a ocurrir pero hay signos preocupantes, causados también por la acción del populismo nacionalista que padece la potencia del Norte. El Bundesbank de Alemania ya anunció que la economía alemana se contrajo el 0,1% en el último trimestre, con caída del 8% en sus exportaciones, en la primera potencia económica de Europa.

La producción industrial de China creció apenas el 4,8% el mes pasado, lo más bajo desde Febrero del 2002. Aunque la economía norteamericana creció a un moderado 2,1% en el segundo trimestre, con baja tasa de desempleo en el 3.7%, preocupa el comportamiento del mercado de bonos.

En efecto, los intereses de los bonos a 10 años son más bajos que los de 3 meses, pues la rentabilidad de los bonos de largo plazo se ha caído por el alza de precio de los mismos, lo cual indica que muchos se están refugiando en ellos, alzando su precio y afectando su rentabilidad. El problema es que esto solo sucede cuando las recesiones se avecinan.

El oro también empezó a subir de precio. Esta búsqueda desesperada de respaldo en el dólar, se ha reflejado también en el disparo de la divisa en Colombia. De ahí la caída de las acciones en Colombia. Como dice la Revista The Economist en su última edición, los mercados financieros se nos revelan como aguas agitadas en el océano de la economía.

En Estados Unidos todavía no se cree que se venga una recesión pues el consumo es fuerte, pero la incertidumbre agobia a todo el mundo. Nada ayuda la administración Trump cuando aumenta las sanciones contra las exportaciones chinas, las cuales aunque no son muy significativas para el PIB norteamericano, pues los aranceles los pagan los consumidores domésticos, el efecto sobre la economía mundial es devastador.

La presión para que la FED baje la tasa de interés es reflejo del nerviosismo de la administración ante una recesión que evaporaría las aspiraciones de reelección de Trump.

Los últimos datos del Dane sobre la economía colombiana resultaron aceptables, pues un crecimiento del 3% en el II trimestre es un respiro dentro de este panorama preocupante. Sin embargo, alerta que dos sectores claves crecieron muy poco: el industrial apenas con un 0,6% y la agricultura con 1,5%, los cuales son esenciales. El crecimiento se centró más en servicios financieros y otros servicios en general, reflejando la tercerización de la economía.

El problema es que los fundamentales de la economía colombiana siguen con problemas: las exportaciones dependen fundamentalmente de commodities como el petróleo y el carbón, e importamos masivamente materias primas y alimentos. Ello afectará en índice de precios con la subida del dólar, tarde o temprano, y mantendrá el déficit en un 4% del PIB.

En el frente fiscal, la carga fiscal frente al PIB sigue baja a pesar de la reciente reforma tributaria, por las exenciones y regulaciones a favor del gran capital, teniendo el gobierno que recurrir a vender activos estatales para cubrir el hueco fiscal en el 2020. Cautela. Mucha incertidumbre.