Las dos últimas semanas en Barranquilla fueron frenéticas y, medio de todo lo vivido, alguien comentó que la ciudad estaba de moda. Le contesté que no, que la moda pasa tan rápido como aparece y nuestra Barranquilla es eterna. Aquí mismo estará, así pasen las vidas, así pasen los tiempos, así estemos unos u otros. El que viene a Barranquilla se prende a ella de tal manera que, no bien ido, regresa. Y si va a ver al Junior en el Roberto Meléndez o se mete a gozarse las Batalla de Flores un sábado de carnaval en la Vía 40, tendrá más de mil y una razones para volver.

Por cuenta de los propios hijos de la Barranquilla querida, nuestra ciudad estuvo en la órbita de las noticias que bien se destacan en el mundo.

La inauguración simultánea de la Ventana de Campeones con la aleta de Tiburón más grande del mundo en homenaje a nuestro Junior del alma y de la Sede Deportiva de la Federación Colombiana de Fútbol en la que Ramón Jesurún y sus compañeros pusieron tanto empeño, que fue un negocio gestado desde la alcaldía con la empresa Argos, y el doblete de partidos de la Selección Colombia ante Brasil y Ecuador, fueron momentos sublimes, maravillosos y con visitantes como Gianni Infantino, presidente de la FIFA, Alejandro Domínguez, presidente de la CONMEBOL, Francisco Maturana y Bolillo Gómez, técnicos que nos llevaron a tres mundiales.

En los últimos 10 o 12 años, Barranquilla cambió de tal manera que, además de ser ciudad industrial y comercial, pasó a ser ciudad turística también, gracias a la idea de volver al río, con el malecón como atracción principal, obra de Alex Char, a las ventanas al mundo y de campeones ideadas por Yuyo y Cristian Daes, al desarrollo gastronómico con restaurantes de chefs de alto nivel y a los centros comerciales que incluyen recreación para concentrar, todo en uno, el disfrute de la familia entera.

Para mí fue un golpe de vida entrar al Hotel Barranquilla Plaza acompañado de Paul Tarud y encontrarnos en el hall a la cantidad de jugadores que pasaron por Junior, que vinieron a la gran fiesta del homenaje al equipo, y sentir su alegría y el abrazo de quienes, por tanto tiempo, entrevisté en los camerinos. Verlos vitales fue un bálsamo para seguir caminando en esta vida maravillosa.

Concentrar a tantos jugadores juntos, de épocas diferentes, ganadores de estrellas y a los técnicos campeones, era algo imposible que se volvió posible con el aporte y organización de Tecnoglass.

Las palabras de Fuad Char, alma, nervio y sostenedor del equipo por casi 50 años, fueron el cierre de un día espectacular donde se respiró ese ambiente de la Barranquilla alegre, festiva y deportiva. El mismo Fuad que, viendo a los exjugadores con la camiseta rojiblanca puesta otra vez, recordaría, a golpe de memoria, tantas anécdotas vividas con cada uno.

Hay mil razones y más, para sentirse orgulloso de nuestra Barranquilla querida. La procera e inmortal…