Oea, que al final se impuso la gazmoñería. La pacatería. Tanto presionaron al alcalde Jaime Pumarejo que no sostuvo la decisión de permitir el congreso de la industria pornográfica, a pesar de que traía importantes recursos a la hotelería y gastronomía. Con la desaprobación del evento nos negamos a ser una ciudad cosmopolita y mente abierta para quedar como una aldea doble moral y prejuiciosa donde la gente ve pornografía aunque lo niegue.

Desde que se supo la noticia hubo reacciones adversas. Se pronunciaron la Procuraduría y la Iglesia Católica y el día de la primera vuelta presidencial una mujer sermoneó colérica al alcalde aduciendo que esto dañaría la moral de la ciudad y afectaría la niñez. Pumarejo trató de persuadir a la señora, pero esta se negó a escucharlo y se alejó despavorida como huyendo del demonio.

Según sus organizadores, el evento era privado y sin muestras de contenido sexual explícito.

A ver. La pornografía es tan antigua como la humanidad. Desde el paleolítico se entendía como rendir culto a las tetas y vulvas de descomunal tamaño.

Con la fotografía, el cine y el internet, el mundo moderno hizo del porno uno de los negocios legales más lucrativos y masivos del capitalismo.

De hecho, los países avanzados son los mayores consumidores del porno y en el planeta se cuentan por miles de millones los hombres y las mujeres que acceden a las plataformas del cine de adultos. Lo hacen para excitarse y aprender sobre la práctica sexual.

Por supuesto, el consumo de pornografía debe ser solo para mayores de edad. Nunca para niños. Y deben perseguirse y castigarse con total contundencia a los criminales que explotan la pornografía infantil.

La pornografía es un producto de intensivo consumo y su elección es individual. Las almas que se han abroquelado contra las tentaciones del pecado (que también las hay) no necesitan, probablemente, del cine rojo. Pero a ninguna persona adulta se le puede prohibir ver los filmes que circulan por las páginas virtuales. Y los celulares se convirtieron en pantallas íntimas. Ya no se necesitan las concurridas y jadeantes salas de cine de antes para ver porno en horarios rotativos. Como la del Rex.

Así pues que no había motivos para temer por este certamen. Su programación no incluía, en la Plaza de la Paz, exhibiciones gratuitas de las producciones de esta industria que hizo populares a las compatriotas Esperanza Gómez y Amaranta Hank. Este no era un Barranquijazz que ofrece suplementos musicales al aire libre. Y si así hubiese sido sospecho que se habría taqueado la plaza (hasta con parálisis del transporte en los alrededores), a pesar de las oposiciones a este encuentro.

En medio del debate no faltaron las bromas traviesas como la del amigo que preguntó: “¿Y habrá degustaciones en ese congreso?”.

Me habían indagado acerca de si el alcalde iba a hacer el discurso de instalación. Yo lo hubiera hecho en cuidadoso tono pedagógico.

@HoracioBrieva