En un libro publicado en 1929 se encuentra la primera referencia académica a la inmunidad de grupo. En ese trabajo se dejó claramente descrito el fenómeno por el cual una persona dentro de una colectividad puede estar protegida de desarrollar una enfermedad infecciosa, si la mayoría de los sujetos que están a su alrededor tienen defensas contra ella. En esa época anterior a las vacunas, alcanzar la anhelada protección individual solo se podía lograr a expensas del sufrimiento de muchos seres humanos.

Con la declaración de la pandemia de covid-19 el concepto de inmunidad colectiva o de grupo se puso de moda, desde entonces, mucho se ha escrito acerca del porcentaje de personas inmunes que se necesitan para lograrla. Si bien todos parecen coincidir acerca de un número cercano al 70 % de la población, pocos trabajos se han ocupado de exponer la manera más efectiva y segura de alcanzar esa cifra, por lo que haré acá algunas precisiones al respecto.

Apostarle en estos tiempos a adquirir inmunidad colectiva para una enfermedad infecciosa a partir de los contagios puede resultar desastroso en términos económicos y sociales. Si bien, algunos países o regiones empezaron enfrentando la pandemia con esta estrategia, rápidamente debieron reorientarla ante la magnitud de las cifras diarias de enfermos y fallecidos.

En nuestra ciudad, a pesar de que desde el inicio de la emergencia sanitaria se implementaron medidas para mitigar la epidemia, se han experimentado tres periodos durante los cuales la transmisión comunitaria ha sido muy alta, generando esto tasas de inmunidad en nuestra población por encima del promedio nacional, como quedó evidenciado en el estudio de seroprevalencia realizado el año pasado por el Instituto Nacional de Salud. Al interior de los grupos poblacionales que más han enfermado en cada uno de esos complejos momentos epidemiológicos vividos se han encontrado patrones diferentes de interacción social, movilidad y apego a las normas de bioseguridad, mostrándonos claramente que, al menos para estas variables, los barranquilleros distamos mucho de comportarnos de manera homogénea.

Por lo anterior, cualquier extrapolación que hagamos para calcular porcentajes de inmunidad como ciudad deben incluir la advertencia de que estos modelos funcionan desde la teoría, pues mientras existan grupos de huéspedes susceptibles y el virus continúe en la comunidad, existirá la posibilidad de tener cadenas de contagio de magnitud incierta.

Por fortuna, la aparición del coronavirus que enfrentamos se dio en un momento donde los avances científicos nos han permitido tener vacunas disponibles en tiempos relativamente cortos. Solo con ellas se nos ha comenzado a despejar el camino para contener de manera definitiva la pandemia.

Barranquilla avanza en el contexto nacional a muy buen ritmo en la aplicación de vacunas. Vacunarnos tan pronto como nos sea posible y seguir, aún vacunados, cumpliendo con las medidas de bioseguridad de lavado frecuente y adecuado de manos, uso correcto de tapabocas, distanciamiento físico y evitando reuniones en sitios cerrados con pobre ventilación, nos conducirán de manera rápida y segura a ese deseado porcentaje donde todos estaremos a salvo, y que aun seguramente no hemos alcanzado de manera generalizada.

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