La Guajira después de vivir una época de vacas gordas gracias a los recursos de regalías que por más de 38 años recibió, hoy vuelve a ser la cenicienta del pasado y más grave aún, el ente de limosna que nos dibujó como zona olvidada para los colombianos.

La opinión pública ha salido a cuestionar afirmando que los recursos de regalías se atomizaron de manera desordenada. Lo cierto es que en eso hay verdades y mentiras. Que la corrupción se llevó parte de estos recursos, es una verdad que no necesita discusión.

Al hacer un balance, podemos concluir que el gobierno nacional en parte es responsable de lo sucedido. Para ilustrar, cabe recordar cómo en épocas de las bonanzas ilícitas vividas en La Guajira, el país “cachaco” se hizo el de la vista gorda para no tomar acciones que pusieran en orden al departamento. Es más, en plena bonanza marimbera, el presidente de la época, Alfonso López Michelsen ordenó abrir una ventanilla en el Banco de la República de Riohacha, para que los guajiros legalizaran los dólares obtenidos por la economía subterránea que se movía con el negocio de la marihuana. ¿Por qué lo hacía? Por la incapacidad del mismo gobierno nacional para atender las enormes necesidades básicas insatisfechas que padecía el departamento. Es decir, la apertura de esta ventanilla fue un contentillo para todos, un elemento de distracción.

Pero el rezago presupuestal y social que la nación tiene con La Guajira es mucho mayor que esa ventanilla. Cuando comenzamos a recibir los recursos de regalías, eran tantas las necesidades, que nuestros gobernantes comenzaron a invertirlas en lo que ellos creían que era las necesidades más apremiantes. Faltó dirección y acompañamiento del gobierno nacional para orientar a nuestros dirigentes para hacer un buen uso.

Si éramos una región abandonada, sin ayuda oficial, con excepción del gobierno de Rojas Pinilla, el único que hizo presencia en La Guajira, ¿cómo íbamos a realizar una buena planificación de esos recursos? Hasta en eso, el gobierno nacional fue irresponsable. No previó lo que se vendría y décadas más tarde, lo que hizo fue tratarnos de corruptos y con el acto legislativo número 11, de un zarpazo, nos arrebataron las regalías que por derecho propio nos pertenecen. Cómo en el cuento de Samaniego, se quedan con la vaca y la leche y nosotros con el balde.

Guajiro pregúntate, siendo La Guajira un lugar privilegiado, frontera terrestre y marítima, ¿Cómo es posible que las grandes inversiones que se dan en otras regiones de la patria, aquí no se den? ¿Por qué el gobierno viene con el cuento de que por fin arreglarán nuestras malogradas vías, cuando la realidad es que continuarán dando simples reparcheos? ¿Qué hacer? ¿Rebeldía? ¿Exigir?

Guajiro, no te sientas perdido. Hay esperanza. Creo en la preparación de los nuevos líderes. Con pandemia y todo, La Guajira presenta otra cara ante el país. Dejemos el canibalismo que nos afecta y hagamos un verdadero cambio en nuestra manera de pensar y de actuar. Si podemos!