En Colombia, una chiva puede ser un animal, una noticia o un vehículo de transporte. También chivo se le dice a un soplón, a un proxeneta o a quien lleva una barba larga o chivera.

Recuerdo a mi padre referirse a las monedas como “chivos”.

Como animal sabio y generoso, el chivo ha sido sacrificado por muchas razones y su nombre ha recorrido el pentagrama con mucho sabor. De su piel se hacen hoy casi todos los tambores del mundo.

La actitud traviesa, alocada y desenfrenada del animal con respecto a su hembra, ha dado para bromas y canciones. La frase “más loco que una cabra” surge al parecer en el siglo XVIII, al interior de las fábricas de fieltro, donde fabricaban sombreros de copa y laboraban con altas cantidades de mercurio. Muchos obreros terminaron envenenados o dementes. Esta locura fue utilizada por Lewis Carroll en El Sombrerero, personaje de Alicia en el país de las maravillas.

El chivo ha sido en el Caribe un personaje común y popular que se presta para toda elucubración. La gastronomía de la región lo comprueba con un listado suculento de recetas. Su leche es muy buena para la producción de quesos y su pelo está bien cotizado en la elaboración de tejidos finos.

Al dictador dominicano, Rafael Leónidas Trujillo, le decían El Chivo por su desenfrenada lujuria. Seleccionaba sus mujeres a dedo, casadas o solteras.

La noche en que Trujillo fue asesinado, la del 30 de mayo de 1961, se escuchaba en la radio dominicana un merengue venezolano titulado El Chivo, del compositor Balbino García.

Después de la muerte del dictador, el merengue sonó con más fuerza que nunca. Fue grabado por Antonio Morel y su Orquesta, e interpretado por El Negrito Macabí. Morel, músico popular y sinfónico que llevaba el merengue por el mundo, patrocinado por Dominicana de Aviación, le puso sabor a ese chivo muerto y lo condimentó con frases propias para la ocasión.

Burla, mofa y toques clásicos utilizó Morel, incluida la marcha fúnebre de Chopin, que en aquel entonces había sido ejecutada por las bandas militares de Trujillo.

La pieza de García sirvió de inspiración para el título de La fiesta del chivo, novela del escritor peruano y Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, precisamente sobre el dictador Trujillo.

A la compositora barranquillera Esther Forero, gran conocedora del folclor, la afectó mucho saber que usaban los chivos para hacer tambores y del compositor dominicano Luis Kalaff, grabó Están matando los chivos, una tamborera mezcla de tristeza y sabor.

José María Peñaranda, Ismael Rivera, Bola de Nieve, Daniel Santos, Johnny Pacheco también le cantaron al chivo.

Entre tantas canciones recordamos La danza de la chiva, un cumbión andaluz pero muy colombiano, compuesto por el trompetista y cantante de Calamar, Miguel Rodríguez, que se hizo famoso por las interpretaciones de Los Melódicos en la voz de Manolo Monterrey; de Johnny Pacheco en la de Celia Cruz y de Los Graduados, con Gustavo Quintero.