En días pasados un gran amigo, con quien comparto con otros grandes amigos, me devolvió dos fotos en situaciones diferentes en las que dichas fotos se transforman en videos cortos; en una aparezco solo e incluye cabeza y tórax, en otra aparezco de cuerpo entero con uno de los amigos.

Me resultó impactante verme hablando con una voz muy parecida a la mía y, en la otra, hasta canto con mi amigo y con movimientos y gestos que, quien no me conozca bien, jurará que ese soy yo.

Después del impacto inicial de ver cómo una imagen puede ser manipulada hasta el punto de crear un video y poner a los de la foto a hacer lo que al creador se le ocurra, no puede uno dejar de pensar en lo que pueda hacerse con la ingeniería de la inteligencia artificial. Como una coincidencia que me confirme tal cuestionamiento, me han llegado videos de deportistas, jefes de estado, personajes de la farándula y otros personajes más, en situaciones en las que si no se advirtiera que es un video hecho, cualquiera podría jurar que eso sucedió. Es tan perfecto el trabajo que se estremece uno al pensar para lo que se pueda prestar una tecnología de esta naturaleza en un mundo lleno de todo tipo de personas que se puedan aprovechar de ella para suplantar, extorsionar, robar, dañar la vida de alguien.

En mi ignorancia de persona mayor que desconoce la tecnología, puedo diferenciar estos videos de otros que aparecen en los videojuegos pero que, evidentemente, no son una foto sino la creación del aparato y cuyos movimientos y gestos no tienen la espontaneidad del original.

He visto basquetbolistas promedio haciendo jugadas con la cara de Michael Jordan, actrices de cine como Angelina Jolie en videos pornográficos, jefes de estado fumando marihuana, dándose un pase de cocaína o en situaciones ridículas, o diciendo exactamente lo contrario de lo que mencionó en su discurso original.

Y aquí es donde aparece la palabra ética, es decir, lo que tiene que ver con el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano para preguntarnos, una vez más, al servicio de quién está la tecnología, quién tiene control sobre ella, quién decide hasta dónde se puede explorar la naturaleza o el mismo ser humano, quién garantiza que estos descubrimientos no terminen afectando a la humanidad.

Es claro que cualquier persona está expuesta a que la victimice con alguna de estas acciones tecnológicas y sea vulnerable a las pretensiones del autor, en especial a los extorsionistas de turno que abundan en las redes y están a la espera de su oportunidad para perpetrar su crimen. Todos somos víctimas potenciales.

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