Hoy debe celebrarse a nivel mundial el Día del Orgullo Primate por la coincidencia de dos eventos que explican el proceso evolutivo de la humanidad. El primero fue la publicación el 24 de noviembre de 1859 de la obra insigne de Charles Darwin El origen de la especies, el libro que fundó las bases de la biología evolutiva a partir de la selección natural; el segundo fue el hallazgo el 24 de noviembre de 1974 de unos fragmentos óseos de un australopithecus afarensis de unos 3 millones de años de antigüedad a los cuales se les dio el nombre Lucy porque en esa época estaba de moda Lucy in the Sky with diamonds, canción de Los Beatles, y es considerada la abuela de la humanidad.
Desde entonces, las ciencias se han encargado de hacernos creer que estamos en un proceso evolutivo que debería llevarnos, cada vez más, a una mejor condición del ser humano en su relación con él mismo y con la naturaleza a la cual pertenece. En ese orden de ideas se ha establecido que hace unos 70 mil años se presentó la primera revolución cognitiva en la que empezamos a pensar en la forma en que lo hacemos ahora y que estableció los fundamentos de la vida social y la comunicación para un buen entendimiento entre las personas, con el fin de organizarse socialmente, gestionar el poder y reforzar la seguridad de las generaciones.
Según las teorías evolutivas, el cerebro debería seguir creciendo por su interacción con el medio ambiente que lo rodea y todos seríamos macrocefálicos, por eso es que fantasiosamente dibujamos a los extraterrestres como cabezones; sin embargo, al no poder el cerebro desplazar los huesos del cráneo, se transforma y de lo cual debemos esperar cualquier cosa por aquella ley inexorable del ensayo y el error que ha regido los destinos de la humanidad, por lo que la naturaleza no pretende hacer seres humanos más bellos, más inteligentes o más parecidos a un dios, eso es una falacia.
En este punto vale la pena preguntarnos si debemos ufanarnos de haber cumplido a cabalidad con los cimientos de la evolución que plantean como principio fundamental la armonía entre los seres humanos y los acuerdos para una vida mejor o si, por el contrario, estamos ante la presencia de una microcefalia, una reducción del tamaño del cerebro y, por tanto, una involución al punto de habernos convertido en demonios en lugar de dioses.
La segunda revolución cognitiva, en la que se replanteen unos nuevos principios para llevarnos mejor en esta etapa de la humanidad, es una necesidad que no ha sido resuelta a pesar del desarrollo de las ciencias y la tecnología y, por el contrario, ha aumentado las divisiones entre nosotros y hoy nos enfrentamos a un deterioro del supuesto humanismo que debería caracterizarnos y nos debatimos en medio de guerras de todo tipo que se basan en la distorsión de las ciencias y de la comunicación a unos niveles que presagian un apocalipsis prematuro, incluso la desaparición de la humanidad.
Yo no voy a celebrar nada, prefiero seguir siendo un primate incivilizado.
Haroldomartinez@hotmail.com