El mundo busca organizarse de diferentes maneras, la edad, el estrato social, el género, entre otras categorías; se busca limitar roles, determinar lo que es bueno o no para cada etapa y a lo que puedes acceder si tienes un estatus socio económico, en temas de sexo/género se establece lo binario y fuera de ello suena a – extraño – eso de las diversidades sexuales, si hablamos de rangos de edad se nos exige portarnos como adultos, nos condicionan a sentirnos viejas para hacer algunas cosas y muy jóvenes para otras, lo cual, obedece a un tema de imaginarios sociales y culturales.
Hace unos días leí un meme que decía “Pido disculpas a todas las personas que llamé – viejas a los 30 cuando yo tenia 18, ahora se que estaban en la flor de la juventud” eso me hizo reflexionar respecto a que el tema de la edad es relativo y maneja unas cargas sociales significativas, especialmente en las mujeres – te va a dejar el tren - , - ya es hora de que tengas tus hijos – No eres peladita para enamorarte – esos calores es por la menopausia – ya estás vieja pa vestirte como muchacha – la vejez ya te llegó.
Las cuarentonas enfrentan grandes desafíos, exigencia de madurez y de estabilidad emocional, casa, carro y beca, es decir, responder a modelos – capitalistas y sexistas que establecen que las mujeres sean perfectas y no reales o libres. Las cuarentonas viven en una especie de limbo, para unas cosas son jóvenes y para otras muy viejas, experimentan cambios en su estado físico o emocional y también en sus prácticas sociales, les puede parecer más placentero quedarse en casa que salir a una discoteca, priorizan el tiempo en familia y con amigos, también los planes de relajación que los agitados, esto no es una regla para todas, simplemente describo lo que me dijeron varias mujeres que transitan por la década de los cuarenta.
Las cuarentonas han aprendido de las dos agitadas décadas vividas anteriormente ( los 20 y los 30) se atreven a tener pausas, actos de amor propio y pierden el miedo a soltar amores dañinos, desaprenden sobre los apegos excesivos y aman viajar, exploran el mundo y a ellas mismas, entienden que amarse no es pecado, que decir – no puedo – también es válido, que cerrar ciclos para abrirse a nuevas cosas es un derecho que tiene de ser autónoma, que no es la mujer maravilla que todo lo salva y que el primer mundo por cuidar es el propio; esto podría leerse como un panorama utópico y lejos de muchas realidades femeninas, tal vez no es el escenario perfecto y no se da en todas, pero si es una tendencia en muchas de las mujeres con las que hablo, han despertado a ellas mismas, a existir, a vivir de manera consciente, porque en realidad hay modos de vida en automático para las mujeres, ser las mejores, las más bellas, multifuncionales y siempre estar disponible para las miles de misiones como las superheroínas de las caricaturas, así nos enseñaron, a sentirnos culpables ante el ocio, inútiles si descansamos y feas sino cumplimos con el estándar machista de belleza, estándar que busca satisfacer a otros y no a ellas mismas.
Las cuarentonas son conscientes del derecho a enamorarse, a sentir, bailar, viajar, dedicarse tiempo, ser felices solas, construir amistades que alimenten el espíritu, aprender a perder el miedo a la vejez sobornada por los estereotipos sociales, entienden que la edad espiritual y mental se puede renovar cuantas veces quieran con elixires que se regalen, les agrada la verdad hacia ellas y renuncian a fantasías que solo les dejan vacíos, comprenden que la moda es un acto político y viven el empoderamiento desde ella, convierten el drama feminizado en oportunidades de aprendizajes y van deconstruyendo modelos de amor romántico establecidos por la publicidad, la televisión, la música, los cuentos y los relatos de las abuelas, mamás y tías; es que es difícil salir ilesas de ese contagio, respiramos desde antes de nacer – enamoramientos romantizados, apegos tóxicos y dependencia de todo, porque nos instalan un chip de fragilidad que requiere la protección de otros que representan “la fuerza”, las cuarentonas siguen firmes en su taconeo de la vida, o también en su andar con tenis o descalzas, el estilo que elijan les hace ver empoderadas y orgullosamente transitando en el cuarto piso que tiene autopistas de libertad.