Hace unos días escuché la champeta – Macta llega – en realidad había visto algunos memes pero sin prestarles mucha atención, sin embargo al regresar al Caribe y viajar entre momentos que solo se viven en este mundo macondiano del norte de Colombia, escuché con detenimiento esta pieza champetúa que hace la sincelejana Cindy Ávila quien es conocida como la toxi costeña y de quien conocí que empezó a popularizarse en redes sociales por los audios que subía con relatos jocosos, desparpajados y con un sello particularmente trágico/cómico en narrativa criolla, bien lo dicen muchas personas que lo más – genuino o exótico – es lo que se posesiona, también es cierto que una sociedad dice lo que es, dependiendo de lo que se ríe y ya sabemos que los chistes sexistas, la burla de los cuerpos femeninos o la oda al machismo exaltando la promiscuidad masculina y la comparación de las mujeres con animales para describir su genio (fiera), su putería (loba) y así sucesivamente se crean y recrean narrativas que las denigran, mientras la sociedad se divierte sin percibir la trascendencia del asunto.
En este sentido, quiero decir que luego de escuchar la canción justo el 31 de diciembre donde inmediatamente después de darnos feliz año se escuchó – Macta Llega – mientras mi hermana me dejaba la cara enmaizenada, porque la costumbre de nuestro país es que vivimos las épocas antes de, por ejemplo noviembre se vuelve Navidad, Navidad se vuelve precarnaval y en Carnaval se piensa ya en la Semana Santa, por ello el 31 de diciembre se le da la bienvenida al Carnaval sin hacerle mucho cierre a la Navidad; mientras liberaba a mis ojos de la maizena, sonaban champetas y música de carnaval, por ello luego de escuchar Macta llega me dispuse a indagar sobre la historia de Cindy (la toxi) quien desde los 12 años perdió a su abuela que estaba a cargo de su crianza, es madre soltera y ha tenido unas luchas que la hacen un ejemplo de resiliencia y valentía muy relacionada a lo femenino en un mundo cargado de enormes brechas sociales e inequidades y con unas trampas normalizadas de pobreza y de pocas opciones de avanzar; ella habla con voz fuerte sobre lo que sí y no quiere que le pase a sus hijos, las ganas que tiene de seguir adelante y en su discurso se percibe su estilo popular que le da un sello de originalidad.
El análisis no se debe agotar afirmando que la música se degrada y que solo hace apología a la vulgaridad, el asunto trasciende a que ese tipo de productos que se vuelve tendencia y ameniza las fiestas es la radiografía social, así es, estamos en una sociedad violenta, irrespetuosa y deslimitada, es la realidad y para no exageración, la industria por sí sola, no es lo que está mal sino también quienes consumimos los productos musicales, publicitarios o las redes sociales, no hay otra explicación para el asunto, se consolida lo que divierte, lo que ridiculiza, la exageración y la burla de lo que normalizamos y llamamos cotidiano.
Macta llega con la radiografía de lo que somos como sociedad y pinta como una de las canciones de los carnavales en todo el caribe, se espera que ninguna canción sea un detonante de violencias contra o entre las mujeres, que no hayan abusos ni excesos que dejen cifras lamentables, porque si el asunto es celebrar no tiene sentido que debamos lamentar. Que llegue Macta, Laura, María que lleguen todas las mujeres al poder, que sean felices y libres de todas las violencias, sobre todo que sigamos aprendiendo a relacionarnos desde la sororidad y que el machismo no siga arraigado mientras entre nosotras nos hacemos daño. Es momento de vivir “socromatimente” seguras, armónicas, alegres y libres de violencias machistas.