¿De dónde sale ‘¡Por fin parió Paula!’? Álex Coy Balanta, B/quilla
‘¡Por fin parió Paula!’ es expresión de una espera satisfecha, pues alude a una situación resuelta después de muchas dificultades, o al pago de una deuda luego de largo tiempo, o a la anhelada aparición de alguien. El dicho es una de las llamadas ‘frases hechas’, usadas en el lenguaje diario, que pueden traer o no moralejas, como no las trae la que nos ocupa. Hay muchas versiones sobre su origen, que, al no existir fuentes documentales serias que las avalen, lucen pintorescas. Recojo dos. Una dice que nació en el departamento del Magdalena, en una época en que el pago a los maestros era tan inestable que podían pasar meses sin que percibieran nada. A la sazón, un grupo de docentes y locutores de una cadena radial en Santa Marta ideó una clave para anunciar a los profesores de los pueblos más perdidos que el pago ya era un hecho. La clave era: “¡Por fin parió Paula!”, y, cuando la oían, los maestros iban a cobrar. Otra versión está en una columna periodística de julio de 1996 del fallecido médico tulueño Hernán Moreno Ortiz. Las dudas las desata el temple excéntrico del autor, porque ya antes de su retiro se había convertido en pregonero de la inacción, se declaraba “ociólogo”, y era definido como “poeta, soñador y cultor de la vida”. Él dice en la columna: “Hace unos años, [en los 60 del siglo pasado] debí atender a una joven primeriza, y su parto fue demorado y dificultoso. Llevábamos varias horas en la sala de partos y la inquietud era total. La parturienta, las auxiliares y yo nos encontrábamos angustiados al ver que pasaban las horas y el parto no se producía. De pronto, al amanecer, asomó la criatura a este mundo y mi grito fue: ‘¡Por fin parió Paula!’, que así se llamaba la joven”.
¿Desde cuándo hay apellidos? PLC, B/quilla
Los romanos diferenciaban el nōmen ‘nombre’ del cōgnōmen ‘apellido’. Este último ya se usaba en tiempos aún más remotos para distinguir una estirpe, una tribu, un vínculo de consanguinidad… En España, el empleo de apellidos comenzó en el Medioevo, cuando señores feudales y guerreros heroicos, para distinguirse, añadían a su nombre el de las tierras conquistadas o el de aquellas donde habían nacido o el de los pueblos sometidos o un apodo que los satisfacía; también empleaban el nombre propio de sus padres o abuelos, con alguna añadidura o novedad, que por lo general era la partícula -ez, como en Fernández ‘hijo de Fernando’, Ramírez ‘hijo de Ramiro’. (Esta partícula a veces no significa ‘hijo de’, como en Páez y en Chávez).