¿Por qué ‘cachaco, paloma y gato tres animales ingratos’? Luz Helena López, Bogotá
La frase es un estereotipo, es decir, una idea falseada, que no se analiza, cuyo fin inconsciente es mostrar que una región es superior a otra. Quienes usan estereotipos solo repiten bobadas que revelan una inteligencia rezagada. Por pícaros o avispados, “antioqueños ni grandes ni pequeños”; las santandereanas son de mal genio; los pastusos son de mente poco ágil; la criminalidad es asunto de caleños y paisas; los cachacos no se bañan y son ingratos; los costeños son sexuados, folclóricos, perezosos y cobardes. Esto de cobardes lo desvirtúa recordar que en nuestro país la única Ciudad Heroica es costeña y que en la lista de los boxeadores grandes de verdad solo figuran los de nuestra tierra (¿o era cobarde Rocky Valdés?). Por supuesto, los cachacos sí se bañan, aunque en épocas remotas los más pobres, por el agua helada, poco lo hacían. Y daban la impresión de hipócritas por su carácter pasivo, su trato reservado y su habla pausada. Hoy no es así: el cachaco de hace algunas décadas está desapareciendo. Si en el interior hay una ciudad donde se baila bien esa es Bogotá, que ha sido costeñizada por las oportunidades que brinda y por adaptación a su clima amable, pero no para adoptar sus viejas tradiciones. (Según estudio de la Universidad Nacional a partir de cifras del Dane, en 2010 había en Bogotá 307 mil costeños, es decir, hay más que en Sincelejo o en Riohacha).
Sobre el rascabucheo en cines tratado la semana pasada, ¿por qué no recuerda su vieja mención de un cipote, también en un cine? LCA, B/quilla
En español, el sufijo -ote funciona como aumentativo. Entonces, cipote es un cipo grande. Cipo, que viene del latín cĭppus, significa hito o columna. Asociado a la figura del cipo, en España cipote, o cipo grande, pasó a ser pene, tal como lo emplea el premio Nobel de Literatura de 1989 Camilo José Cela en su relato de 1977, breve, explícito y basado en un hecho real, La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona, población española donde un joven que se hallaba en un cine con su novia, gracias a la mano amorosa de esta, eyacula y salpica a varios espectadores. Por su parte, Alario di Filippo había dicho: “En la novela española Los clarines del miedo [1958], de Ángel María de Lera, hemos leído esta expresión: ‘¡El cipote toro ese!’. Parece que en España usaran cipote en el mismo sentido en que se emplea en la Costa”. En efecto, en nuestra región cipote siempre es un calificativo: cipote hembra, cipote aguacero, cipote vaina, cipote Carnaval…; es decir, es algo tremendo, bello, grande, extraordinario…
Nota: También a propósito de rascabucheo, me escribe el lector Ricardo Camargo: “Considero que en la definición de la mala maña referenciada te hizo falta mencionar que ‘tracutear’ era su sinónimo en mi natal Cartagena, la cual por los años 60 tenía a dos periodistas deportivos que eran habilidosos para ejercer esa degeneración sexual”.
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