Por estos días, anda en candelero la celebración de la existencia de uno de los legados de la solidaridad humana que más implica el cuidado imprescindible de la infancia. La etapa determinante de la sobrevivencia de la vida, valga la redundancia, para que el mundo no desaparezca. Y es esta contribución la que nos da nuestro aprobado, raso a veces, y hasta inmerecido, la mayoría, pero imprescindible para alimentar el ego que nos ensalza. Aunque, afortunadamente, cada día más, la ola de la solidaridad nos inunda el alma. Es el caso de la institución que más acerca el corazón de las personas, la UNICEF, que con una administración, dechado de generosidad y honradez, viene alrededor del mundo envolviéndolo con su generosidad y eficiencia, manteniendo un patrimonio humano y espiritual que envuelve al mundo de la niñez, llenándolo de lo que tendría que ser connatural a la infancia: la risa, el símbolo de la solidaridad, la alegría del disfrute de las mismas oportunidades a todos los niños al margen de la vulnerabilidad.

UNICEF recibe donaciones desde todas las partes del mundo y ver sus siglas, “UNICEF”, despiertan la solidaridad y la honradez que significan y dan la confianza, y es por ello, que transcribimos para un mayor reconocimiento, su mensaje solidario: “Tenemos un tiempo limitado en esta vida. Ni más ni menos. Que hacer conciencia de esta realidad sea la oportunidad para conectarnos mucho más con la vida y la obligación que nos da nuestra situación privilegiada para abrir el corazón y compartir lo que consideramos una obra misericordiosa, pero que es una obligación moral: contribuir a que los niños del mundo sean tratados contra la desnutrición y sean vacunados contra las principales enfermedades que serían evitables si pudieran disponer ellos y sus familias al acceso de agua potable. Durante el 2018 y, ojalá estos datos nos sirvieran para seguir aumentando nuestra solidaridad en el presente año, millones de niños han sido tratados para reponerlos de la desnutrición aguda que padecían y según las estadísticas, uno de cada dos niños, gracias a la solidaridad de UNICEF han sido vacunados contra las principales enfermedades y se ha logrado para sus familias el acceso al agua potable. Según datos de UNICEF más de mil personas en el mundo han colaborado y dejado su legado solidario”.

Solemos guiarnos por las ayudas que, en la mayoría de los casos corren a cargo de los más poderosos. Sin embargo, existe una gran mayoría silenciosa que, con su buena voluntad y su vocación de servicio, contribuye al gran espacio social y ambiental que necesitan los niños más vulnerables. Y tal vez habría más esperanza de justicia social en el mundo si todos nos implicáramos más, en la tarea imprescindible de alimentarlos, educarlos y promover su derecho a disfrutar de una infancia feliz con juego y juguetes que, pensamos que no son tan necesarios para ellos, cuando en realidad, son imprescindibles para su alegría de vivir y su derecho a ser felices, en el presente y en su futuro.