A propósito de toda la situación que está viviendo nuestro hermano país Venezuela –y la que vive nuestra Colombia–, recuerdo lo que decía Hemingway en su obra más divulgada, Por quién doblan las campanas: cuando sintamos el eco de los tiros y nos duelan los muertos/ no preguntes por quién doblan las campanas. / Lo hacen por ti y por mí/. Porque todos nos implicamos, como seres humanos y, a pesar de las diferencias, en una misma vida y una misma muerte.
La actualidad nos sigue ofreciendo la dosis fuerte de violencia que parece imposible erradicar de este mundo nuestro, en donde el inolvidable Hemingway se solidariza con la humanidad implicándose e implicándonos, porque es imposible no dejar de lamentar la muerte de cualquier ser humano: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, no preguntemos por quién doblan las campanas: doblan por todos nosotros”.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció ayer el cierre de su embajada y todos los consulados en Estados Unidos, tras romper relaciones con el gobierno de Donald Trump por reconocer al jefe parlamentario opositor, Juan Guaidó, como mandatario interino.
Durante los últimos días se han producido varios acontecimientos. Uno es la situación de Colombia luego del atentado del Eln, y por otra parte está el padecimiento que han vivido nuestros queridos venezolanos en los más recientes años.
Maduro, quien recibió un espaldarazo de los militares y el poder judicial, precisó que el sábado será recibido en Caracas el personal diplomático venezolano y reiteró el plazo de 72 horas que dio el miércoles a Estados Unidos para sacar a su cuerpo de funcionarios de la capital venezolana.
Guaidó fue reconocido por Estados Unidos, Canadá y una decena de países de América Latina; mientras que Maduro obtuvo el respaldo de sus aliados Rusia, China y Cuba. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo llamó personalmente.
La situación pareciera que sistemáticamente nos está llevando al mundo de confrontación en confrontación, y en verdad, que desde mediados del siglo pasado, bajo la sombra de Hitler y los ambientes de Auschwitz, hasta hoy –con armenios y sirios, ocupando los últimos puestos los rohingyas, la minoría más perseguida en la actualidad–, un nuevo éxodo está comenzando.
Es tiempo de solidaridad. De dar la mano, los que hemos tenido la suerte de haber nacido en una de las orillas más privilegiadas, rompeolas del mundo.