Barranquilla luce ya su octava estrella, la del 2018, un año inolvidable para esta ciudad por todo lo que ha generado, por lo que ha crecido, por lo que ha entusiasmado, porque este triunfo de Junior en la Liga es la medalla de oro que le faltaba a los mejores Juegos de la historia que organizó esta capital. Porque este es el mejor regalo de Navidad que podía ofrecer una institución deportiva como la de Junior que es alma, corazón y vida del barranquillero.

Eriza la piel ver a tanta gente feliz luciendo con orgullo esa camiseta rojiblanca. Emociona ver a la ciudad abrazándose como si estuviera adelantando la celebración de fin de año. Impresiona la alegría interminable de tantos junioristas que parece ya viven en Carnavales.

Hay que hacer un brindis por estos jugadores que han conseguido estar en dos finales y ganar una de ellas. El triunfo de Junior es un éxito indudable de Julio Comesaña, del que ya escribí que volvió a su jardín, como llama él cariñosamente a Barranquilla, con cara de título. Hay que hacer un brindis por todos los Char que han confiado siempre en la labor del uruguayo.

Pero este es un triunfo que también exige un brindis por Chelo de Castro, ese periodista más beisbolero y boxístico que futbolero, pero que a sus 98 años ha podido ver el octavo título liguero de Junior y la primera final internacional de su historia. Es un triunfo para brindar por los aficionados incondicionales, los que van siempre al estadio.

Y en este momento lleno de euforia, en el que nos encontramos en fase de delirio, y sentimos el júbilo recorriendo nuestro cuerpo no podemos olvidarnos de Micaela, la fundadora del club, de Romelio Martínez o de Roberto Meléndez, que están en la historia de esta entidad. Y de todos los que han presidido a Junior.

La dicha de tener a Junior, campeón de Colombia por octava vez es suficiente motivo para recordar a Marcos Coll, Dacunha o De la Torre, futbolistas que defendieron los colores rojiblancos y que han fallecido este año. Y yo, que solo había vivido los triunfos de Junior gracias a los cassettes grabados que me enviaba el viejo Julio, mi padre, de las transmisiones de Édgar Perea, no me puedo olvidar del mejor locutor que ha parido este país, ni de los entrañables Ernesto McCausland, Fabio Poveda Márquez o Carlos Lajud Catalán. Vaya esta octava estrella también por ellos.

Disfruta de tu felicidad barranquillero.