La campaña “Un violador en tu camino” ha cobrado una fuerza trasnacional, un coro que se responde de un continente al otro. Un grito que empezaron las mujeres en Chile y que luego fue cambiando una palabra, incorporando una estrofa. Es un canto polifónico contra el machismo, una denuncia contra la violación, contra el patriarcado. En tiempos líquidos, en los que las redes sociales construyen realidades de tres segundos de duración y tendencias que luego desaparecen, no es raro ver una pegajosa acción colectiva globalizada como si se tratase del nuevo hashtag challenge viral. Hace tres años el mundo se volvió loco por el color de un vestido. Algunos veían azul y otros dorado. Une enorme discusión colectiva se impregnó en los espacios virtuales y de repente todos en las redes y en los medios ocupaban su tiempo en disertar sobre un vestido feo.

Sin embargo, con “Un violador en tu camino” pasa algo distinto. Ocurre que en la coreografía -en su baile, su letra, su estética- muchas mujeres vemos reflejado nuestra historia más dolorosa o nuestro miedo más profundo. Y esa es una realidad común a la mayoría de las experiencias vitales de las mujeres sin importar mucho su condición. Desde niñas nuestras madres y abuelas nos enseñan a evadir al depredador y cuando crecemos ratificamos la presencia del agresor a traves de las narraciones de nuestra vida diaria. Es el “man” del taxi, el profesor de segundo semestre, el ex novio, el patrullero de la policía que le mete el tiro a la esposa, el cura, el abuelo, el que sea. Por algo, las mujeres, desde temprano aprendimos a cruzar la calle, a caminar de prisa, a mandar la placa del carro, a no descuidar el vaso en un bar, a dejar una pista de a dónde vamos. Desde niñas aprendemos, a las malas, las reglas de esta cacería desigual que se alimenta de los privilegios otorgados por las instituciones patriarcales… todas las instituciones… desde la familia, pasando por la escuela, hasta el Estado en sus múltiples representaciones. Todas cuestionables.

“La culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía” es una de las líneas más fuertes, que rechaza las justificaciones que pretenden exculpar al agresor y culpabilizar a las víctimas. Todas nos vamos atreviendo a hablar. Yo tenía 27 años, estaba en casa. Tampoco importaba cómo vestía. El tipo era mi pareja. Un celotípico que no aceptó un no como respuesta. Han pasado casi 20 años desde entonces y aún me cuesta hablar de aquello. Sin embargo, este canto colectivo nos anima a salir del silencio que le otorga tanto poder al agresor sexual.

Por estos días en Cartagena estamos juntándonos mujeres de distintos colectivos feministas, mujeres independientes, estudiantes, empezamos a imaginarnos cómo hacer el performance de “Un violador en tu camino”. Será el 10 de diciembre a las 6 de la tarde en el Camellón de los Mártires. Ya nos hemos juntado a ensayarlo… 150 mujeres que no nos conocemos, cantando lo mismo. Algo muy malo nos ha estado pasando, pero algo muy bueno está por venir cuando nos juntamos, cantamos, bailamos y perdemos el miedo.

@ayolaclaudia
Ayolaclaudia1@gmail.com