Iván Duque ha sido un presidente tan regular que muchos uribistas andan decepcionados. El hombre de la guitarra y los pases de cabecita, ha marcado posiblemente un récord por el número de memes y chistes en redes sociales. Sus desaciertos, su torpeza, su falta de altura han alimentado una atmósfera confusa y desesperazada, en la que se nota que el país le ha quedado grande. La oposición lo hace tambalear facilmente, porque sus errores saltan a la vista, uno tras otro, pero dentro del corazón del monstruo que lo sostiene, en las entrañas del uribismo –su partido de gobierno–, se adivina cómo lo presionan. Con las promesas de los coscorrones de su padre, el presidente Duque luce nervioso. A más de un año del inicio de su gobierno, su imagen desluce sobre la enorme fosa común de luchadores sociales, mientras él parece desentendido e insensible. Muchas de sus políticias, mandados a quienes lo ayudaron a elegirse, son rechazadas por los ciudadanos promedio, los colombianos que se ven afectados más allá de cualquier tinte partidista.
El Paro del 21 de noviembre no es otra cosa que gente molesta con un gobierno que no está haciendo las cosas bien. La gente se harta. Y dentro de las democracias, cuando la gente se harta, tiene derecho a decirlo, a protestar. La gente se harta de la violencia y se harta de todas esas medidas pensionales y salariales que afectan directamente las garantías mínimas para vivir. Se harta del desempleo, se harta de los paseos de la muerte en los hospitales y se harta de que los hijos no puedan ir a las universidades públicas porque no hay suficientes cupos para todos y no puedan ir a las privadas porque no las pueden pagar. La gente se harta de ver noticias donde matan a los indígenas, tantas veces, tantos días. No hay que ser un defensor de pueblos ancestrales para hastiarse de la barbarie de la extinción, una masacre televisada.
El Paro del 21 de noviembre no va a tumbar a Iván Duque, eso no es más que una idea paranoide y obtusa que alimenta desde ya la justificación que le da gasolina a la represión del Esmad. En Colombia hay niños y niñas comiendo de la basura, el país camina hacia la miseria y hacia la tragedia, mientras la corrupción hace alianza con aterradores carteles de drogas, se bombardean niños y se asesinan a escoltas de la Unidad Nacional de Protección, la guerra se aviva y pueblos enteros se comienzan nuevamente a desplazar, así que hay que parar para avanzar.
Duque tendría que mostrar altura por lo menos ahora, ofrecer las condiciones democráticas para esta jornada de protesta y dejar de creerse que es un niño berrinchoso en el rancho de papá. Debe dejar de esconderse detrás de los delincuentes que ofrecen bala a los manifestantes y portarse como un mandatario. Los que vamos a salir somos los ciudadanos, los colombianos y colombianas. Vamos a parar porque tenemos el derecho democrático de exigir que este país rectifique el camino. Sabemos que los enemigos del paro van a infiltrar gente violenta para luego justificar las acciones represivas. Pero es una oportunidad histórica para el presidente sepa de qué estamos hablando, viejo, y nosotros para saber el talante democrático de su gobierno.
@ayolaclaudia
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