Si a Juan Guaidó lo ayudaron actores armados a cruzar la frontera venezolana y entrar a Colombia, imaginense las condiciones que enfrentan las mujeres y niñas venezolanas que cruzan las fronteras por las trochas. Tienen que lidiar con la violencia basada en género justo desde ese momento, donde los mismos hombres que controlan estas rutas tienen vínculos con redes de trata que ven el cuerpo de mujeres y niñas como mercancias. Es en la frontera donde enfrentan el primer peligro de ser vendidas. Con ellas no quieren una fotografía como las que se tomaron con el político venezolano, a ellas le ponen precio a sus cuerpos.

Lo que sigue, una vez cruzan la frontera, no cambia mucho. La realidad de las mujeres migrantes en el mundo supone enfrentarse a la voracidad de sistemas machistas que ven en su vulnerabilidad la posibilidad de sacarles ventaja. “Si es venezolana tiene necesidad y si tiene necesidad no podrá decirle que no a una oferta sexual a cambio de pocos pesos”, bajo esa idea prejuiciosa se perpetua una cadena de violencia que pasa del acoso a la violencia sexual. Hace un par de años fue conocida la captura del uniformado de la policía Darwin Flórez Miranda por el delito de acceso carnal violento a una mujer venezolana en Sabanalarga. No fue una violación sexual cualquiera, aquí operó fuertemente la condición de migrante de la víctima. El agresor fue un miembro de la fuerza pública del país receptor, un funcionario del Estado, un Policía, un actor armado estatal, que ejecutó el acto abusivo con la amenaza de deportarla.

Cada vez son más regulares las noticias de casos de redes de trata de mujeres identificados por operativos de la Policía, encerradas en jaulas bajo llave, obligadas a tener sexo por pocos pesos. Recorremos titulares de prensa de venezolanas asesinadas fueras de su país, desaparecidas, golpeadas, perseguidas. Todos estos crímenes, sin embargo, no son solo gestados por los criminales que empuñan las armas o que se lucran con las redes de tráfico humano, sino que se gestan en los prejuicios sexistas y xenofóbicos que se retratan en chistes idiotas que hacen de las venezolanas pedazos de carnes susceptibles de ser devorados por un sistema indolente.

Caribe Afirmativo conoció el testimonio de una mujer lesbiana venezolana que contaba de la violencia en el cruce de frontera: “El chofer casi abusa de nosotras. Además, nos agredió verbalmente e intentó vendernos a mi pareja, a mis hermanas y a mí”. Esta organización también ha puesto en conocimiento situaciones de violencia y discriminación a mujeres transexuales venezolanas en Maicao, a las que la fuerza pública les niega el derecho al uso del espacio público y las saca arbitrariamente del casco urbano, dejándolas desprotegidas en zonas alejadas en las que, además, hay presencia de actores armados.

Todas las múltiples violencias sexistas contra las mujeres venezolanas y los riesgos a los que son expuestas, se aumentan en el caso de ser lesbianas, mujeres transexuales, o ser mujeres en ejercicio de la prostitución. Las mismas violencias que tenemos que enfrentar las colombianas -muchas veces- cuando las migrantes hemos sido nosotras.

@ayolaclaudia

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