En Colombia una foto de contexto mostraba a niños comiendo de la basura, los pueblos indígenas segían contando víctimas mortales, por primera vez un ex presidente era llamado a indagatoria y quedaba formalmente vinculado a un proceso que podría condenarlo, una falsa monja agitadora usaba un megafono para decir arengas a favor de ese mismo ex presidente, a media noche atacaban la sede del Partido Comunista y dejaban un mensaje que decía “regresamos”, los estudiantes se movilizaban masivamente contra la corrupción de directivas que se gastan la plata de la educación en fiestas en burdeles, proponían seriamente bajar el salario mínimo a los más jóvenes y la Fiscalía montaba un show mediático con la captura de la hija de una excongresista que se había fugado de su reclusión usando una cuerda roja y con ella se llevaba la información clave que vincularía a los caciques políticos más importantes del Caribe.
Los colombianos, sin embargo, miramos hacia Ecuador y no entendemos. No entendemos cómo se levanta tanta gente, cómo sale a la calle tanta gente, cómo son tantos, cómo salen las mujeres, cómo hay ancianas en la calle. No entendemos qué pasa ni cómo lo hacen. “Ha de ser muy grave lo que ocurre allá”, no nos explicamos de otro modo que la gente esté tan disgustada, que vayan familias enteras, decididas, tomándose gobernación por gobernación, retornando el poder al pueblo, obligando al presidente Lenin Moreno a trasladar la sede de gobierno a Guayaquil.
La represión de la protesta social y los excesos de la fuerza pública se han respaldado por un estado de excepción ordenado por Moreno. Se habla de unos mil detenidos, 500 heridos y varios muertos. El malestar social de los ecuatorianos viene de hace rato, mucho tiene que ver con las decisiones de los gobiernos anteriores, con tantos años de injusticia social. Pero se desborda con la decisión de Lenin Moreno de acordar un multimillonario crédito con el Fondo Monetario Internacional que, como condición, implica una serie de medidas de precarización laboral, la eliminación de subsidios y el aumento del precio de la gasolina. Empezaron movilizándose los transportadores públicos, luego los sindicalistas y siguieron los estudiantes. La fuerza máxima de la protesta social se alcanzó cuando se unieron los pueblos indígenas que marcharon masivamente de sus territorios hasta la capital.
Moreno ha intentado controlar la información que sale de Ecuador, pero en tiempo de redes sociales y medios alternativos, no le queda fácil. Ha intentado culpar a su antecesor, Correa, de manipular la movilización. Correa, de hecho, ha intentado aprovechar el mal ambiente contra Moreno para desempolvarse. Pero son igual de exagerados y pretensiosos los dos, este levantamiento popular tiene un solo nombre: el pueblo.
Para los colombianos sí que es difícil entenderlo. Nosotros seguimos pensando en lo peligroso, gravísimo y de mal gusto que resulta rayar las paredes. Nosotros creemos que interpelar y protestar es desobedecer, y no terminamos de entender que la protesta es un derecho. Seguimos rindiéndole culto al opresor, mientras tratamos con desdén al oprimido. Con una frontera de diferencia obervamos estupefactos algo que no comprendemos.
@ayolaclaudia
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