En muchos ámbitos se suele hablar de desastres naturales, sin detenernos a pensar que el riesgo no solo está en función de la amenaza, sino que en gran medida depende de la vulnerabilidad de nuestros territorios, lo cual en general está asociado a las diferentes actividades y problemáticas socioeconómicas. De esta forma, los desastres son en gran parte el resultado de las acciones y las decisiones humanas.

En diversas áreas de la Tierra se pueden evidenciar diferentes tipos de amenaza frente a un posible evento de origen natural, que por sí solos no constituyen un riesgo, pues este se materializa no solo cuando hay elementos expuestos, sino cuando dichos elementos presentan diferentes tipos y niveles de vulnerabilidad.

El pasado 18 de marzo se celebró un año más del Marco de Sendai, el cual de acuerdo con Naciones Unidas tiene dentro de sus principales objetivos: “Prevenir la aparición de nuevos riesgos de desastres y reducir los existentes implementando medidas integradas e inclusivas de índole económica, estructural, jurídica, social…, que prevengan y reduzcan el grado de exposición a las amenazas y la vulnerabilidad a los desastres, aumenten la preparación para la respuesta y la recuperación y refuercen de ese modo la resiliencia”.

Sin embargo, hay muchos aspectos ligados a la creciente pobreza de las naciones en vía de desarrollo que mantienen una brecha entre lo que busca el Marco de Sendai y lo que efectiva y objetivamente pueden hacer. Por ello, es necesario y a la vez urgente que se realicen y ejecuten acciones y políticas para atacar en primera instancia la pobreza como principal promotor de los desastres.

Pero hay otro tipo de situaciones que inducen al riesgo. Las modificaciones que ejerce el hombre en los ecosistemas ocasionan cambios en los patrones meteorológicos y climáticos; así mismo las obras “duras” que obligan a que el agua transite por donde “el hombre exija” y no por su curso natural, algo que infortunadamente poco se ha tenido en cuenta en nuestro país.

Adaptación y resiliencia son la clave del proceso, ante un clima cada vez más cambiante. Y aunque mucho se especula con cambio climático, es innegable y a la vez demostrable, que los fenómenos de origen hidrometeorológico son cada vez más extremos y recurrentes, lo que hace necesario promover acciones territoriales que apunten a la reducción del riesgo de desastres, con una comunidad empoderada del tema, lo que se traduce en conocimiento y en una participación activa de la población ante una determinada condición de riesgo.

Las lluvias recientes en Cali y Medellín evidencian esa tendencia del clima. La capital del Valle con precipitaciones extremas de corta duración, ocasionando diversas emergencias y cerrando marzo con excesos que superaron los promedios históricos en más de un 300%. Así mismo, fue sorprendente lo que aconteció hace pocos días en el río Medellín. En muchas poblaciones de la costa aún no llegan con fuerza las lluvias; se espera progresivamente se incrementen las precipitaciones, y con ello la probabilidad de que se presenten eventos extremos en poblaciones del Caribe. Tal y como están las cosas, debemos seguir trabajando, y mucho, en función de la prevención.

Meteorólogo VIDEOCLIMET