A la difícil coyuntura que se vive por la pandemia, el mundo se ha visto abocado a unas condiciones meteorológicas y climáticas que hacen aún más complejo el manejo de la salud y su planeación.

A nivel mundial, análisis globales mostraron a julio de 2020, como el segundo julio más cálido de la historia. Ligado a ello, se han avizorado valores extremos de temperatura del aire en diversas zonas del planeta, la más reciente, en el oeste de los Estados Unidos, de manera particular en el Estado de California, en donde se registraron valores que superaron los 50 grados Celsius durante varios días de forma consecutiva.

De otra parte, en mayo del presente año la Administración del Océano y de la Atmósfera de los Estados Unidos (NOAA), pronosticó una temporada de ciclones tropicales por encima de lo normal, con la probabilidad de que se presentarían entre 13 y 19 tormentas con nombre. En la más reciente actualización del pronóstico (6 de agosto), la NOAA advierte que podríamos tener entre 19 y 25 tormentas con nombre, de las cuales 7 a 11 podrían convertirse en huracanes. Un cambio sustancial!

Esta temporada se vislumbra como una de las más activas de los últimos años, siendo inclusive comparada en muchos aspectos con la de 2005, reconocida como la de mayor cantidad de eventos (31 ciclones tropicales). Un análisis del doctor Philip Klotzbach de la Universidad de Colorado indica que al 18 de agosto, en una temporada “normal” se han registrado entre 3 y 4 tormentas con nombre; resulta que a esa misma fecha, ya teníamos 11 eventos.

No obstante, hasta ahora no se hace tan notoria la situación, pues apenas comienza la fase en la que históricamente hay una mayor aparición de eventos y en la que normalmente hay una mayor repercusión en términos de daños, pérdidas y víctimas mortales. Los registros históricos permiten establecer que cerca de un 66% del total de los eventos en una temporada se registran entre el 20 de agosto y el 10 de octubre, es decir que hemos entrado en la fase que puede considerarse crítica, lo que sumado al pronóstico de la NOAA implica un escenario complejo.

De acuerdo con el tránsito histórico de los ciclones tropicales, las zonas de mayor amenaza en el país son La Guajira y el Archipiélago de San Andrés y Providencia. Una repercusión indirecta en términos de incremento de las lluvias, se suele presentar en otras zonas de la costa Caribe, norte de la región Andina y en áreas del piedemonte Llanero.

Las condiciones actuales en el Atlántico tropical, sugieren una mayor atención a la evolución de posibles sistemas que se aproximen al territorio colombiano. Los tomadores de decisión a nivel territorial deben mantener muy activos sus planes de prevención y mitigación, en función de disminuir o reducir las condiciones de amenaza, cuando sea posible, y la vulnerabilidad de los elementos expuestos, tal como lo señala la Ley 1523 de 2012.

De una u otra forma, el estar “concentrados” en todo lo que gira alrededor del coronavirus, genera escenarios que pueden ir en contravía de la contingencia y preparación ante un posible fenómeno adverso, por ello la invitación a no perder de vista las condiciones y proyecciones referidas en esta nota.

@ChristianEuska
Meteorólogo VIDEOCLIMET