En medio de tantos escritos sobre la pandemia, recordé con nostalgia que hace unos pocos días se cumplió 1 año del incendio de la catedral de Notre-Dame y vimos, con incredulidad y estupor, imágenes de la forma como estaba envuelta en llamas. El fuego se debió muy probablemente a un descuido durante las obras de restauración que se estaban efectuando en el techo. Esto está aún en investigación.

Sentí una enorme tristeza de reconocer la gran fragilidad de este bello monumento, que había logrado mantenerse erguido, desde el año 1345, y sortear la edad media, la guerra de los 100 años, la revolución francesa, un incendio ocurrido en 1871 y a las 2 guerras mundiales. Afortunadamente no se afectaron las dos torres, lo que hubiera ocasionado la destrucción total de la catedral.

Notre-Dame, fue declarada por la Unesco en 1991, como Patrimonio de la Humanidad dado tanto a su valor arquitectónico gótico, como a su historia, ya que ha sido escenario de numerosos hechos entre los cuales merece destacar la coronación de Napoleón en 1807 y la beatificación de Juana de Arco en 1909. También fue escenario de la famosa novela de Víctor Hugo “Nuestra señora de Paris”.

No obstante mi admiración por Notre-Dame, que sobrepasa sus atributos arquitectónicos, me hizo recordar que fue a mediados de los años setenta, cuando fui a Paris a visitar a mi hermano Darío y tuve la oportunidad de recorrer las calles históricas y bohemias de aquella ciudad detenida en el tiempo. Fue Darío quien me enseñó a apreciar el arte y la cultura, y a maravillarme ante el privilegio de encontrar historia en cada lugar que visitábamos. Y fue de su mano, que tuve la oportunidad de conocer la Catedral de Notre-Dame, apreciar la majestuosidad del arte Gótico, los detalles de sus esculturas en la fachada y los vivos colores de sus vitrales, que quedaron grabados por siempre en mi corazón.

El gobierno Francés ha estimado que la restauración costará alrededor de 750 millones de euros y que tardará 5 años en realizarse; no obstante hay expertos que manifiestan que tardarán más de 10 años y que costará más del doble. Para la restauración se han propuesto varias ideas, pero el gobierno está aún indeciso de continuar con su estructura anterior al incendio o de incluir nuevas ideas, algunas muy innovadoras.

Pero la restauración de un monumento tan emblemático como este, del cual la humanidad misma ha manifestado su admiración a través de los siglos, es más que una necesidad, e implica una gran responsabilidad por velar por su conservación y de mantenerlo protegido para generaciones futuras, no solo por las autoridades patrimoniales francesas, si no, también por todo el mundo, por ser patrimonio de la humanidad.

Como lo mencionó el presidente Macron, Notre-Dame es símbolo de la resiliencia de los franceses, más aun en estos tiempos del Covid 19 en donde continuar con las restauraciones será un gran desafío.

Mientras tanto el mundo entero espera para volver a un museo “vivo”, un sitio de encuentros y descubrimientos, lleno de energía, que a pesar de los cambios en su entorno, permanece fuerte, intemporal y delicadamente sólido. ¡Notre-Dame siempre estará en mi corazón!

* Ex Ministra de Cultura- Gestora Cultural