El ingreso de Primo Carnera a las grandes esferas del boxeo norteamericano fue motivo para unos de risa y para otros de burla a las normas serias del pugilismo. Carnera había comenzado su trayectoria boxística en circos y esferas de un boxeo burlesco, pero dadas sus medidas físicas extravagantes, el gigantesco púgil italiano se fue colando en los medios del boxeo profesional norteamericano. Fue así como sus apoderados lograron que el campeón mundial en aquellos momentos, Jack Sharkey aceptara disputar su título con el italiano. Nadie daba un céntimo por Carnera y a la vez no tomaban con seriedad sus habladurías sobre que sería el próximo campeón mundial. Se pactó la pelea en los Estados Unidos y, para colmo de colmos, Carnera ganó el combate por nocaut. Que Sharkey hubiese ganado, y por nocaut. Era un men que nadie en Estados Unidos aceptaba como algo honesto. Nadie conocía las entrañas de quienes figuraban como apoderados de Carnera, pero ellos estaban al borde de irse con su música a otra parte, cuando surgió como retador del italiano un joven peleador californiano llamado Max Baer.
Carnera fue noqueado por Baer, y en los medios deportivos se creyó que volverían los grandes acontecimientos en el boxeo. Baer era una mezcla de payaso a lo serio y en la primera defensa que hizo perdió su título contra Jimmy Braddock. Baer se esfumó como boxeador serio y resuelto, y una joven promesa llamada Joe Louis lo liquidó en el cuarto round.
Con esta joven promesa del boxeo se trató de lograr las grandes taquillas, y salvo la que se dio en el combate entre Louis y Baer, todas fueron peleas mal cazadas. La vida de Primo Carnera, a partir de su derrota, fue una sucesión de fracasos taquilleros. La gavilla que manejaba sus intereses, y que le decía que tenía sus millones en los bancos, se fueron del boxeo llevándose el último centavo.
La vida de Carnera fue un viacrucis por demás doloroso. Estuvo sirviendo lo que llamaban los americanos ‘Caballos de prueba’. Todos los pesos completos fueron acreditándose victorias sobre Carnera, hasta cuando el italiano, viéndose acabado, resolvió pedir un tiquete para su patria, y morir allí, en el olvido y sin un céntimo.
Carnera bajo al sepulcro en su tierra natal, fue enterrado en su país en una tarea por demás doliente. ¿Y de los apoderados suyos qué? Desaparecieron sabiendo apoderarse de los pocos bienes que Carnera guardaba celosamente.