Llegó la etapa final de la campaña por la presidencia de la República, una de las más complejas de la historia reciente del país. Varias razones explican el difícil momento que se siente no solo por la contienda y sus características sino por el escenario en el cual se desarrolla. Un gobierno con un nivel de aceptación en el piso; un país en guerra, una situación económica compleja y niveles de precariedad de la población que no se alivian. Miedo, mucho miedo tanto de los sectores que temen perder lo obtenido o aquellos que no pueden ser indiferentes ante la posibilidad de que se repita un gobierno como el actual. Este corto período antes de la primera vuelta es entonces crucial para definir quién llegará a ocupar la primera magistratura, y por ello resulta oportuno reflexionar sobre lo que se esperaría que sucediera para que los colombianos elijan con información cierta.

No más ideas generales sobre cuáles son los problemas que se esperan resolver, porque entre otras son muy similares en las tres campañas. Ese qué tiene que estar acompañado por el cómo y ahí es donde se esperan las grandes diferencias. Ese es el gran mensaje: reducir con cifras la desigualdad, crecimiento de cuánto, empleo, informalidad como meta, reformas sociales, cuáles y cuándo. Sin embargo, no todos han sido capaces de definir claramente esa gran idea que marcaría su presidencia. Muchos de ellos se contradicen en sus objetivos, y la mayoría no entra en detalle en el cómo para poderlos diferenciar. Pero resulta que es en el camino por el cual se llegarán a resolver los grandes problemas nacionales, en donde se debe identificar las diferencias de las propuestas de los candidatos. Pero mientras estos elementos son básicos para llegar a las urnas con la información fundamental para realizar un voto consciente, hoy lo que abundan son los escándalos, los insultos, las descalificaciones entre los candidatos y los miembros de sus campañas.

No se está viviendo el momento de los debates sino el de los escándalos. Claro que en una contienda tan compleja como la actual donde un partido que ha gobernado al país por 20 años ve en serio peligro su permanencia en el poder, y además por primera vez la izquierda tiene posibilidades reales de alcanzar la presidencia, estos escándalos son inevitables. Pero si las campañas se quedan en este oscuro momento pensando que pueden pescar en río revuelto, que es lo que parece estar sucediendo, la pregunta es si esto no llevaría a desalentar el voto lo cual es el peor resultado posible. Por ello se debe retomar el camino del qué y el cómo para que se centre el debate en lo que debe ser. El país requiere el mejor gobierno posible porque el presidente Duque entrega un país oscuro sobre todo para esa inmensa mayoría, 72% de pobres y vulnerables, que viven una situación social grave sin que se vea solución a corto plazo. Solo un buen gobierno encontrará el camino adecuado y para ello se requiere que se elija el mejor qué y el mejor cómo. ¿Serán capaces los candidatos de entender esto? Si no lo hacen ya, no se quejen después ni ellos ni esos asesores que se ven aún perdidos en el escándalo diario.

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