Para los colombianos la democracia, así sea en términos teóricos, ha sido siempre un gran valor. Hasta hace poco, ya no tanto en medio de un golpe de realismo, se sacaba a relucir que Colombia era la democracia más antigua de América Latina. Pero ahora en medio de una de las campañas políticas más complejas de las últimas décadas, es necesario un grito que sale del alma de muchos de los que creemos que tenemos que defenderla: ¡Auxilio! Sí, auxilio, porque nunca habíamos visto un gobierno tan decidido a acabar con una de sus grandes características: ser un sistema político "que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de cada ciudadano a elegir y controlar a sus gobernantes." Pero no, ahora hay toda una maquinaria, no la obvia de cada candidato que está en su derecho, sino del gobierno mismo que busca incidir sobre los votantes, sin ruborizarse, al convertirse en parte de la campaña de un candidato desmoronando al otro. Pero lo más grave es que a la cabeza de este golpe a la democracia está el presidente Duque.

Surge entonces un pregunta obvia: por qué en vez de tratar de mejorar su imagen tan deteriorada, el presidente no busca en estos últimos meses formas de reparar en algo las causas de su poco apoyo, sino que al contrario desconcierta aún más al romper una regla de oro: la neutralidad del presidente de un país que se supone democrático frente a la elección del próximo mandatario. Por qué se está tratando inclusive de pasar leyes que limitan las posibilidades del próximo gobierno de hacer un balance sobre su gestión. Se está subestimando el hecho de que con esas actitudes, se genera en la población una gran inquietud sobre las razones de tanto miedo de que la próxima administración ponga el ojo retrovisor como lo han hecho todos los nuevos gobiernos.

Además de tratar de entender que se quiera prolongar la permanencia de una manera u otra de la ideología o del partido de este gobierno, es fundamental prender luces rojas que detengan la innegable intervención del presidente y de su equipo en las próximas elecciones presidenciales. Y como el mal ejemplo cunde, ya muchos funcionarios públicos se sienten autorizados para seguir haciendo lo mismo: incidir sobre la decisión de los ciudadanos. La reunión de los alcaldes del país en la cual el único candidato que estuvo presente fue Federico Gutierrez porque así se organizaron disimuladamente las cosas, tendría a todos los alcaldes en problemas por clara intervención en política. Eso sucedería si funcionaran de verdad los entes de control.

La otra pregunta obvia es qué necesidad tenía el presidente Duque de lanzar desde Palacio al lado del presidente de Asofondos, la asignación de nuevos recursos de esas reservas para programas de infraestructura y de paso atacar la propuesta pensional de Petro. Era una decisión del sector privado, porque los fondos no son del gobierno, pero tenía que aprovechar la oportunidad para asustar a los votantes que poco comprenden el debate sobre la seguridad social. No es la primera vez que lo hace y no será la última, porque este gobierno y su cabeza se sienten y actúan por encima del bien y del mal. No tienen límites y por eso es necesario dejar que la democracia grite: ¡Auxilio!

cecilia@cecilialopez.com