Varios medios de comunicación anunciaron que el 31 de enero la ex congresista Aída Merlano declararía ante la Corte Suprema de Justicia y ofrecería la información que muchos esperamos sobre las dos empresas vinculadas a la compra de votos en la Región Caribe. Se agrega además que tiemblan muchos miembros de la llamada casta política costeña.

Todos sabemos que Arturo Char está en el centro de ese caso, pero sin duda es muy posible que salgan a relucir muchos otros nombres de quienes han dominado la práctica perversa de ganar elecciones no con propuestas sino con plata, con mucha plata. Plata y votos que llegaron a la máxima expresión en este escándalo que se había logrado silenciar durante un buen tiempo.

Varias reflexiones son necesarias. Este no es un caso menor. Por el contrario, para verlo de una manera positiva, es tal vez el debate que de haberse dado mucho antes inclusive con otros protagonistas, algunos de ellos ya muertos, se habría generado lo que con optimismo algunos quisiéramos ver. Un costo inmenso para los protagonistas de este clientelismo descarado que deja actuando en política sólo a aquellos que pueden llenar con dinero no siempre bien habido, los bolsillos de un pueblo pobre. Pero al mismo tiempo que este sería el principio de lo que podría ser el inicio de una manera distinta de ejercer esta noble profesión que perdió esta característica en este camino lleno de corrupción.

Pero para que esto suceda es necesario que pasen varias cosas. Primero, que Aida Merlano confiese de verdad todo lo que solo se conoce parcialmente: protagonistas de esta especie de telenovela perversa; montos de dinero, mecanismos de compra de votos; actores y promotores visibles y ocultos. En fin, todo lo que hay sin duda después de años de este andamiaje perverso que domina, porque aún existe, la política en nuestra región y en otras partes del país. Segundo, la pregunta que muchos tenemos con preocupación es si Aída es consciente del bien que puede hacerle al país sí cuenta la verdad y además desenreda esa telaraña de dinero, poder y relaciones clandestinas.

Tercero, la otra preocupación son las amenazas que pueden frenar porque se trata de derribar un monstruo que se ha salido con la suya por décadas, que ha logrado escalar posiciones políticas, que ha manejado a su antojo los hilos del poder. Muchos poderosos tienen mucho que perder, pero también el país tiene mucho que ganar. Y parte de esos beneficios se derivan del momento actual. Precisamente por estar en campaña presidencial en uno de los períodos más oscuros del país en décadas, si sale la verdad, ese sería el mejor aporte para que tiemblen esas redes que han frenado el desarrollo de este país y cuyo costo lo han pagado todos los colombianos especialmente esa inmensa mayoría de pobres sobre representados en la Región Caribe. Por fortuna, Aída Merlano tiene como abogado a Miguel Ángel del Río, un hombre brillante, combativo y, sobre todo, valiente.

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