La próxima campaña presidencial no será fácil para la clase política tradicional de la Región Caribe. La idea que ha prevalecido por años de que en esta parte del país se define la presidencia de la República se enfrenta hoy a grandes obstáculos. El primero de ellos es que el mayor escándalo de corrupción de este gobierno que acaba de tumbar a la ministra barranquillera Karen Abudinen, ha puesto los ojos del país en un sector importante de la clase política costeña. Obviamente no son los únicos protagonistas de semejante escándalo, pero aparentemente sí son una mayoría. Esto sin duda les quita oxígeno a los clanes tradicionales de esta parte del país.
A lo anterior se agrega esa compra de votos de manera masiva de campañas anteriores y al escándalo político que habían logrado congelar pero que ahora será muy fácil revivirlo por quien tiene su fortín político precisamente aquí, Gustavo Petro. No en vano acaba de llenar la Plaza de la Paz con sus seguidores que se mantienen firmes en su adhesión a él y a lo que representa.
Al menos estos dos hechos han despertado gran sensibilidad en esa mayoría silenciosa que ha predominado en la Costa Caribe pero que ahora se siente acompañada aún por sectores importantes de varios partidos que necesitan ganar credibilidad. Por ejemplo, los liberales que apoyaron la moción de censura a la ministra de las TIC. Esto puede implicar que la consecución de votos será cuidadosa, por lo menos más que antes, porque el tema de la corrupción en la política está en el primer nivel de la preocupación de los colombianos.
Además, aparentemente se están dando rupturas muy curiosas y entre ellas entre la casa Char y Germán Vargas Lleras quien juega un papel inesperado: ataca muy duro hasta a sus fichas en el gobierno como ha sido el caso del ministro de Salud puesto por él en el gabinete actual. También fue muy crítico de la exministra Abudinen ficha clara del charismo. Un enemigo de ese tamaño será un gran dolor de cabeza para quienes han dominado la política local.
La esperanza, de pronto ingenua, es que esta combinación de hechos obligue a ejercer la política con menos libertades pecaminosas. Pero esto no es nada fácil para quienes la han ejercido sin límites, sin controles que obliguen a hacer las cosas de otra manera. Si la forma de elegirse no es simplemente la compra de votos ¿se podría esperar que el reto sea ganar con ideas? Difícil, muy difícil para quienes han llegado sin proponer nada, sin compromisos distintos a conseguir puestos, es decir, con la clásica oferta de clientelismo en su forma más primitiva. Amanecerá y veremos, pero la verdad es que el costo que hoy está sintiendo la política tradicional de la región Caribe la tiene que obligar a pensar en cómo elegirse de la manera que nunca han hecho, con propuestas que puedan cumplir. ¿Será que esto es simplemente pensar con el deseo?
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