¿Qué pasa si un día despertamos y nuestra cuenta está en cero? El pasado jueves, la mayoría de los colombianos que tienen su plata en Bancolombia amanecieron con una indecible angustia a cuestas: sabiendo y debiendo tener cierta suma de dinero alojada allí, la aplicación virtual del banco reflejaba que todo su capital había sido reducido a cero. De la tetradracma del siglo V a. C., usada en la antigua Grecia y ornamentada con la imagen de Atenea en su anverso y con una excelsa rama de olivo en su reverso, cada vez nos alejamos más en este mundo de relaciones y transacciones digitales en el que el dinero ha ido mutando hacia su estado elemental, el imaginario.

De los ahorros de toda una vida o la fortuna familiar resguardada bajo el colchón parecen quedar no más que las anécdotas de nuestros antepasados. El fallo técnico del banco donde está depositado el capital de más de treinta millones de clientes coincidió con la propuesta del Gobierno de promover en el país la inversión forzosa, que, según dice el presidente: «consiste en extraer un porcentaje del ahorro público en los bancos para destinarlo como crédito barato, con un bajo costo financiero, a las actividades productivas, como se ha hecho durante décadas en el sector agrícola». El anuncio de este proyecto que genera más dudas que certezas, seguido por la falla en la visualización de los saldos en los canales digitales de Bancolombia, generó espasmo nacional. ¿Y cómo no?

La desaceleración de la economía es una realidad, pero no hay suficiente claridad en esa propuesta que Petro muestra como la mejor herramienta para salir del atolladero, mientras una buena parte de la nación se espanta ante la posibilidad latente de que con ello nos atollemos más. El dinero, de forma material o figurada, siempre ha existido. En tiempos remotos, este fue representado con conchas de moluscos, con metales preciosos e incluso con sal, en la época del Imperio romano, cuando los funcionarios públicos y soldados recibían paquetes de sal que luego usaban como moneda de cambio, con el nombre de salarium… De ahí que hoy hablemos de “salario”. Hoy, los pagos recibidos, prácticamente, no pesan ni saben a nada; sin embargo, y en la forma que sea, el dinero sigue siendo, como dice el historiador Yuval N. Harari: «El mayor conquistador de la historia».

Acostarse con millones de pesos en una aplicación virtual y amanecer con la cuenta en cero es un riesgo que nosotros mismos hemos creado. A fin de cuentas, como afirma Harari: «El dinero no es una realidad material, es un constructo psicológico».