Isánder Cárdenas es un campesino que vive cerca de la población de Villa de Leyva en Boyacá y es vecino del santuario de fauna y flora de Iguaque. A mediados de la década pasada, junto con otros residentes de la zona participó en un programa que no ha dejado de crecer desde entonces, beneficiando de paso a la comunidad en donde habita.
Se trata del Pago por Servicios Ambientales (PSA) que entrega un incentivo económico a los propietarios, poseedores u ocupantes de buena fe de terrenos aledaños a áreas y ecosistemas estratégicos, para que estos adelanten acciones de preservación y restauración. Así, extensiones clave mantienen su vocación natural.
Un caso emblemático es la regulación y calidad hídrica, que consiste en cuidar los nacimientos, protegiendo vegetación y entorno nativos, para que quebradas y riachuelos sigan irrigando la vida. También hay otras modalidades como conservación de la biodiversidad, reducción y captura de gases de efecto invernaderos, o usos culturales, espirituales y de recreación.
Más allá del aliciente ofrecido, la experiencia ha mostrado cómo en los diferentes municipios en donde opera el esquema aumenta la conciencia de sus habitantes, respecto al cuidado del patrimonio natural. Así se comprueba que, en lugar de hablar de castigos posibles, nada se compara a estar todos del mismo lado.
Para el gobierno del presidente Duque constituye un motivo de orgullo la ampliación de la cobertura de este programa. De hecho, el Plan de Desarrollo del presente cuatrienio estableció la meta de incorporar 196.000 hectáreas bajo este modelo.
Todo hace pensar que vamos por buen camino. Al cierre del bienio terminado en 2020 se habían incorporado 115.608 hectáreas al instrumento, a través de 34 proyectos, con la colaboración de 6.542 familias de 13 municipios asociados a los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).
No hay duda de que vamos por más. Aparte del empeño del gobierno central, es bueno destacar el entusiasmo de alcaldías, gobernaciones, corporaciones autónomas regionales y la cooperación internacional en la promoción de la iniciativa. Así lo comprueba el hecho de que más de cuatro quintas partes de estas últimas hayan incluido estrategias de PSA en sus respectivos planes de desarrollo.
Aparte de que el subtexto implícito es que se pueden obtener recursos haciendo las cosas bien, no hay duda de que este es un instrumento eficaz en la lucha contra la pobreza y la marginalidad. De un lado, los participantes mejoran sus ingresos, mientras los demás entienden que aquí se está haciendo un muy buen negocio, en el mejor sentido de la palabra.
De regreso al páramo de Iguaque, allí no solo se perpetúa un paisaje único, sino que la presencia de una fuente incomparable de agua limpia, que baja de la montaña, trae cosas positivas para quienes se encuentran establecidos en el casco urbano de Chíquiza o Villa de Leyva. Algo similar se observa con el enriquecimiento de diversidad biológica, bajo amenaza en todo el mundo, pero que en el caso de Colombia demanda respuestas, urgentes dada la presencia de tantas especies.
En último término, está demostrado que se ha puesto en marcha una estrategia de inversión que deja una elevada rentabilidad. Y esa afirmación no está relacionada con el estipendio percibido, sino con el engrandecimiento de un activo colectivo cuyo rendimiento es tan alto que la sociedad en su conjunto termina recibiendo esos dividendos.
* Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible.