Largos días entre caminos y reflexiones me alejaron de esta columna semanal. Un tiempo de aprendizajes, desaprendizajes, serenidad, desasosiego, desaparición y resurgimiento, cerró el año que concluyó. En el periplo existencial, que se nutre de descubrimientos accidentales y silenciosos, es una suerte descubrir que, el término descubrir, asociado a las casuales serendipias consideradas afortunadas revelaciones, en realidad está más cercano a momentos de lucidez ajenos a la inconsciencia o al azar, y, por tanto, los descubrimientos deberían operar como actos de conciencia plena, de decisión, reconocimiento y confianza, y conducir a liberarnos de concepciones usualmente equivocadas. Descubrir es mirar con nuevos ojos, desarrollar el "darse cuenta primordial" inherente al ser humano que supera toda edad y condición.
Tras dejar el dramático escenario de mis patrias chica y grande llegué a India con mi carga de convicciones. Aterrizamos en Mumbai y la brújula, las ideas, las creencias, las potencias e impotencias en que reposan mis andares, mis pesares y pensares, parecieron perder el norte. Se llama choque cultural, y bastaron unas horas para saber que había que cambiar el chip para entregarse a una aventura -tan fascinante como difícil- que pese a haber empezado en el caos de una metrópoli en que transpiran 20 millones de seres, me llevaría camino al Sur, hacia la India mística y profunda que describiera Arundhati Roy en su libro El dios de las pequeñas cosas. Como todos los que llegan al país de las especias, me llené de frustraciones; no obstante, fue la India rural la que me llevó a entender lo que antes me pareciera un futuro sin esperanzas y, de ahí en adelante, me ocupé de registrar las imágenes que enmarcan ese flujo natural de tiempo y cambios, la simplicidad del devenir. "El sol cae en lineas oblicuas sobre los vagones de un viejo tren estacionado. Muchas tiendas donde venden cascabeles. Un cuervo sin una pata bebe el agua del grifo comunitario. Una niña viene a mí y me da una rosa. Yo le ofrezco mi paquete de papitas. Lo rechaza. Los trenes llegan puntuales. Los indios no son mendigos. Las mujeres cargan piedras en la vía férrea. Las letrinas están limpias. Aprendo a tomar chai dulce. Aprendo a usar las letrinas. Me subo al tren que va a Hampi. Dormimos en un hostal. Se oye el llamado de las mezquitas. Cantan los cuervos y los gallos. Lloran los niños. Pitan las motos. Comienza el día. Y seguimos hacia el Sur. Hacia la India desconocida. Duermo y sueño en el tren que viaja a Mysore. Huele a orines. Los campos están sembrados de trigales y maíz. Los niños pueden jugar en la carrilera. En India soy una extraña que descubre otra paleta de colores y miradas. Existen falsos maestros. Estuve aquí. Nunca volveré. Todo está oxidado. Todo inconcluso. Me alegro de estar en India. Me pregunto qué hago en India." Descubrir es mirar con nuevos ojos. Es "darse cuenta", conciencia plena.
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