En pocas semanas abrirán el supermercado democrático. La súper tienda tendrá para todos los gustos y bolsillos. Las curules podrán ser compradas a cambio de unos tantos compromisos. Cuando lleguen a la caja alguien los esperará con el respectivo peculio, listos para estrenarse en el deporte nacional: la compra de conciencias. No olviden votar por el candidato que les dé más o les llene el carrito de ilusiones monetarias. Cuidado se dejan convencer por las ideas y argumentos de los candidatos sin pedir a cambio la tasa correspondiente.

Por allá, en cien años de Soledad, la cosa se pondrá chévere: los afiches coloridos en los postes y las vallas publicitarias inundarán las calles, los megáfonos se convertirán en Picó y los buses llenos de cédulas de opinión llegarán a las cajas de votación y todo se contabilizará en la oficina de registros. Si pasa cualquier cosa con su candidato de predilección, la oficina de atención al votante recibirá las quejas y, si donan suficientes fondos, podrá haber manipulación de las cuentas a su favor y hasta se le podrá proporcionar un bono para las próximas elecciones. Tampoco olviden dejar su huella en el botón rojo de la suerte porque el casino electoral estará esta vez nuevamente patrocinado por las empresas del chance.

Al frente de la tienda, más allá de los vidrios polarizados, estará el Consejo de Estado que esperará 10 años para pronunciarse sobre los robos electorales. Los contratistas esperarán su partida en el parqueadero del sótano y los herederos de la vieja “Unidad Nacional” volverán con todos los potes de mermelada listos para el proceso de reciclaje.

Si usted es suficientemente sagaz se dará cuenta que en esta ocasión la carnicería del supermercado estará subsidiada democráticamente para que -nuevamente- los guerrilleros y exguerrilleros puedan desarrollar en ella su libre albedrío en pro del secuestro de la palabra “paz”. Por allí se pregonarán los valores de la injusticia divina, se destacarán las penas alternativas al Gulag y se desarrollarán un par de sancochos con los viejos santos. La post-verdad del conflicto armado será el ingrediente central de la negociación y prometerán vacunar ganado ubérrimo. No comprarán votos de la misma manera, pero algunos sí amenazarán con volver a los mataderos clandestinos si no respetamos su salsa habanera. Por otro lado, unos astutos, en el marco del mal llamado “Pacto Histórico”, aunque prometerán no impulsar el populismo del siglo XXI, lo cierto es que querrán cocinar a fuego lento el país para, en últimas, abrirle la puerta a la demagogia socialista, retomando anacrónicamente a las venas abiertas de América Latina a espaldas de Galeano.

Algunos como yo iremos a las urnas con dolor y miedo. El congreso siempre ha estado lleno de hampones, expertos en el manejo del supermercado democrático, pero observaremos cómo, con impotencia y sin ganarse legítimamente un voto, se posesionarán de nuevo el 20 de julio unos legisladores de las FARC acusados de los peores crímenes, sin ellos haber sido sancionados proporcionalmente al dolor que causaron.

@QuinteroOlmos