Hay blusas para mujeres de flores, con o sin manga, están costosas porque son nacionales, las que vienen de China valen la mitad por el coronavirus, por eso ni las recomiendo. Hay zapatos, chanclas, Crocs azules, negros, rojos. Aprovechen que la fábrica se cerró y estos son los últimos que quedan porque los otros ya los compró el que sabemos. Hay mochila guajira, mochila arhuaca. Se ofrecen masajes, trenza. Collares, manillas, tobilleras, aretes, todos de piedras preciosas y perlas finas como las que se cultivaban en La Guajira. Lo que no ve no lo pregunte, que aquí hay de todo lo que quiera a precio de In Bond.

Uno va a la playa a buscar tranquilidad, a relajarse, a evadirse del mundo, del vacío de la existencia, a coger fuerzas para seguir soportando el odio de este país y sus miserias, a leer y leer y leer. Pero en Colombia esto es imposible. Una utopía. Una tras otro, las playas colombianas están repletas de vendedores que ofrecen desde caracoles hasta inmuebles y cirugías pláticas.

El turista se acuesta en una tumbona y los oye: le tengo la gafa fina para la retina. Mire estas Ray-Ban tradicionales, pero hay estas cafés de la última colección. Son copias originales. Detalle que el vidrio no se raya y las patas son elásticas y no se rompen. A 40 la que escoja. Cocada, cocada. Queque no tengo porque toca ir a comprarlo a Ciénaga y el viaje demora mucho. ¿Si ha visto que las carreteras colombianas, en vez de acercar, distancian? Antes uno se echaba una hora larga del Irotama a Barranquilla y ahora no baja de las tres horas. Y con el puente nuevo se ha puesto peor, porque todos quieren tomarse su selfie.

Cuchara de madera, cuchara de madera, grita otro vendedor. Balacas de colores, la mirada es gratis. Coctel de camarones, de ostras, de langostinos. Imanes para nevera con la figura del cangrejo, del caballito de mar. Este pareo chino le sirve también como mantel y si lo va a llevar de regalo a Europa le añadimos esta etiqueta que dice que lo tejieron artesanas indígenas de la Sierra Nevada. Compre uno, compre dos, que los precios hoy dan risa.

Así el turista use audífonos, los escucha gritar: flotador de cisne, de flipper, de Minie Mouse. Canoas de ceiba que sirven también como frutero. Pomada de coca y marihuana para los calambres. Árboles de turquesa, de lapislázuli, las piedras de la felicidad. Baúl de concha de nácar con resina. Mango biche, mancho jecho, mango maduro. Aguae´coco, aguae´coco. Aproveche el conjunto vallenato. Le canto la última de Silvestre. A cuatro mil cada canción. Cuatro por diez mil y con eso ya arma una parranda. Tatuajes temporales. De Messi, del Pibe, de Cristiano. De James no hay porque siempre lo tienen en la banca. A 70 mil los quince minutos en jet ski. Alcanza a ir hasta el morro y volver. Si dice sí ya mismo se lo dejo en sesenta barritas. ¿Si ve? Perdió la oportunidad.

La creatividad colombiana no se frena al momento de ofrecer mercancía. Curiosamente, lo único que no ofrecen estos vendedores playeros son libros, pero ¿para qué, si nadie puede leer ante tanta necedad?

@sanchezbaute