El Parque de la Leyenda Vallenata, donde cada año se realiza la fiesta de acordeones más grande del país, se ha convertido en una verdadera papa caliente para la alcaldía de Valledupar. Como se sabe, el Consejo de Estado falló en contra de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y le ordenó la entrega del inmueble al municipio luego de un extenso pleito promovido por el abogado Evelio Daza.

A muchos políticos se les hizo agua la boca tan sólo con pensar en todo el dinero del que podrían lucrarse con esa medida. De hecho, se comenta sotto voce que parte de los problemas que enfrentó esta fiesta el año pasado se dieron precisamente porque a algunos de ellos se les abrió vorazmente el apetito.

Pero el arrendamiento a la Fundación durante esos cuatro días de abril no alcanza para cubrir las necesidades anuales. El actual alcalde se encontró con la noticia de que su mantenimiento cuesta la bicoca de ¡setenta millones de pesos mensuales! Ya han comenzado a aparecerle grietas. De hecho, personas que lo han visitado recientemente cuentan, por ejemplo, que los baños están destrozados y hasta se han robado los inodoros.

Para darle vida, la administración municipal pensó en un inicio en trasladar para allá la Dirección de Cultura, una oficina con una nómina y un presupuesto escasos como para destinar casi un 25% de su presupuesto en este mantenimiento, además de que la Casa de la Cultura, donde funciona esta Dirección, acaba de ser restaurada y no amerita su traslado.

Me cuentan que también se pensó en trasladar hasta allá un par de secretarías, quizás Educación y Salud, lo cual iría en contravía con su sentido original, además de que, por su lejanía, generaría problemas de transporte para la gente del común que necesita de los servicios de ambas secretarías, así como para el desplazamiento diario de sus funcionarios.

En principio, ese debería ser el espacio natural para albergar el museo y el centro de cultura del vallenato, pero dudo que al actual gobernador lo seduzca esta idea, pues se sabe que él tiene en mente un proyecto ambicioso que incluye la construcción de un edificio que sea, en sí mismo, motivo de interés turístico.

Y ya que hablamos de este parque, vale la pena mencionar también a su vecino, el parque de La Provincia, inaugurado hace apenas un par de meses con sus merecidos bombos y platillos, pero que ya comienza a acusar problemas, como el robo de las rosetas para regar los árboles.

En enero lo visité una tarde con un par de amigos. Parqueé sobre la calle porque el parqueadero estaba a reventar. Al bajar del auto se me acerco un muchacho a entregarme un ticket. Leí: “ocho mil pesos el rato”. Le dije que estaba loco. Al reconocer mi acento, me contestó con total desfachatez (como si yo tuviera fenotipo cachaco): “Ah, ¿es que usted es vallenato? Entonces le cobro sólo dos mil barritas”. Son los mismos abusos de tiempos de Festival, cuando pretenden pasarse de marranos.

Es un tema de regulación y de cultura ciudadana, pero –mucho más- de administración, de poner orden en casa.

@sanchezbaute